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sábado, 17 de noviembre de 2012

Zapatos de calavera para viajar en el tiempo



 Los zapatos estaban hechos de calaveras, blancos y pulidos, de fiesta y para baile. A simple vista parecían de seda. “¿Para qué son?”, le pregunté. “Son para viajar en el tiempo”, respondió, alegre y alucinada como una nena que juega. Sonreí asombrado, y ella enseguida se dio cuenta que no le creí porque me tomó de la mano derecha y sin decir nada me llevó por el pasillo. Lo recorrimos dejando atrás varias puertas (algunas abiertas, otras cerradas) hasta que llegamos a un vano al que le faltaba su puerta.
Era la habitación de servicio, sin luz y muy chiquita. Sobre el lado derecho había otra puerta, la abrió y allí estaba: una esfera plateada y eléctrica. Como un planeta de masa tormentosa con rayos y centellas envolviéndola, moviéndose como la cabeza de Medusa.
El espectáculo visual era increíble pero el sonido estaba muerto. Inmerso en el más profundo silencio la esfera flotaba a medio metro del piso. Ella me miró y hablando convencida me dijo que íbamos a viajar en el tiempo, que me quedara tranquilo que hacía varios días que venía haciéndolo, que siempre salía todo bien salvo por un pequeño detalle.
“Siempre viajo hacia atrás en el tiempo, nunca adelante; la verdad es que no entiendo el mecanismo ni la lógica del viaje y te soy sincera, tampoco quiero averiguarlo, por lo menos por ahora”, fue lo último que le escuché.
Su mano desgranó rápidamente hasta que quedé agarrando el vacío, yo seguí de largo atravesando la esfera; desapareció sin descarga eléctrica alguna, fuerza o temblor que me sacudiera. Nunca más volví a verla o saber de ella. Aún la extraño, mucho, demasiado.

***
“¡Otra vez me volvió a ocurrir!” me dije. Otro viaje, sola y al mismo lugar, con los colores y muebles más frescos. Hice lo mismo que al final de todos los viajes anteriores: salí de la habitación y volví a caminar por el pasillo. Crucé varias puertas (algunas cerradas y otras abiertas) hasta que en una habitación lo vi a mi hermano. Estaba con su siempre cuerpo flaco y escuálido como el de una lagartija, pero con músculos marcados y fibrosos; estaba hermoso.
Sin saludarme pero cálido y entrador como era, me preguntó por mis zapatos. No dudé en contestarle (llevaba tanto tiempo acumulado con ganas de hablar con él que absorbí las lágrimas; nunca le gustó verme llorar), no dudó en reír y preguntarme si lo estaba cargando. Lo tomé de la mano, me siguió; unas cuantas puertas después estábamos en el cuartito de servicio. El contenido era diferente pero el uso que le dábamos era el mismo. Curioso pero decidido, mi hermano abrió la puerta interior contigua a la entrada del cuartito y con los ojos como los de un camaleón quedó prendido de la esfera, quieto, aguardando que le dijera algo.
“¡Mirá!” le dije y de la mano lo llevé a la esfera eléctricamente plateada. El viaje duró unos segundos, lo mismo de siempre. Dí un respiro largo y acongojado, y comencé a caminar nuevamente por el pasillo mientras me pregunto si me creerá.



martes, 9 de octubre de 2012

El suicidio de las sombras



Era de noche, no había nubes y quien sabe adónde habían ido la luna y las estrellas. Parado sobre la vereda observaba dos edificios tan blancos como fríos, de unos cuatro pisos de altura y estilo francés como las embajadas de la avenida Libertador.
La calle se interponía entre nosotros, parecía hecha de la misma textura vacía del cielo. Hacia la parte izquierda de atrás de los edificios había una casa más baja, más chica también y aunque su forma era borrosa (también los colores) desprendía una calidez pacífica. Sabía que en ella estaba mi hermano y hasta él quería ir, pero entre nosotros se interponían los dos edificios.
Aunque tenía por delante mi destino no podía dejar de mirar hipnotizado los dos edificios, así fue como mientras recorría ventana por ventana una figura humana, plana y negra, comenzó a pasarse de uno a otro. ¿Cómo saltaba de un edificio al otro sin salir? Fue algo que me pregunté todo el tiempo que allí estuve. Luego, la figura, rápida y decidida, abrió hacia arriba una ventana (no recuerdo si del primer o segundo piso del edificio de la derecha), y como una bala salió despedida una sombra, más pequeña y con una figura como la de un animal de cuatro patas. Fue con tanta decisión y prestancia el salto, que lo primero que sentí fue una morbosa curiosidad de ver cómo se estrellaba en el asfalto. Pero ese momento nunca llegó, ni llegaría.
La figura humanoide y negra se deslizó hacia otro piso (“¿Cómo va tan rápida y sigilosa de un piso a otro?”), abrió nuevamente una ventana y siguiendo el ritual una nueva sombra, más chica que quién deslizó hacia arriba el ventanal, saltó hacia la calle y segundos antes de estrellarse se disipó como una débil niebla o incluso, por momentos parecía que tuviera consistencia digital y sus píxeles se difuminaban hasta desaparecer por completo. Inmediatamente la figura plana abrió otra ventana de otro piso y la escena volvió a repetirse. Una, dos, tres y más veces durante todo el tiempo que allí estuve.
“¿Por qué se suicidan las sombras?” me pregunté y volví a repreguntar cada vez que una de ellas saltaba y se desintegraba antes de estrellarse contra el piso. Entre admirado y con las ganas sangrientas de verlas romperse en el piso, permanecí viendo el espectáculo. Aunque al mismo tiempo (mientras cada tanto me repetía la pregunta sin responder) una nostalgia y melancolía me subían por el pecho hasta estrujarme la garganta; una sensación azul de pérdida me paralizaba. Mientras, la casa con mi hermano adentro me esperaban y yo, seguía viendo a la figura humana abrir las ventanas para que las sombras saltaran.

sábado, 29 de septiembre de 2012

Pequeño


"es la hora en la que toda la luz se desespera por brillar
y toda mi sombra se estremece al sentirse sabida"
L. A. Spinetta


Un agujero en el cielo se traga lentamente el barrilete. Anunciado hace rato, en palabras que los especialistas están acostumbrados a decir fríamente y que él ya sabía, con sólo ver cómo la frescura de la piel se dilapida, se vuelve seca y amarillenta, con pequeñas placas oscuras que primero tomaron los órganos, para luego hacerla padecer en la superficie. Él sabía que en cualquier momento el teléfono iba a sonar para avisarle del deceso, o que ella comenzaría con una leve descompostura enfrente suyo y el resto de los hermanos; de varias maneras imaginó el desenlace.
Mientras, su mujer con el nuevo ser adentro suyo lo acompañaba. Le mostraba las batitas que estaba tejiendo, los móviles que compró en una feria para colgarlos arriba de la cuna; le contaba de las pinturas que en algún tiempo más le iba a dar, porque ella quería que su hijo pintara o fuera músico, o por qué no las dos cosas. Anhelaba que su alma hablara a través del arte. Él la miraba, feliz de ver a la madre de su hijo soñando por el pequeño. La abrazaba, le daba un beso en la frente y luego desparramaba muchos más en esa panza, que estaba redonda y tan llena de vida como la Tierra.
Al mismo tiempo sus manos querían retener a la cometa que se alejaba, seguía su marcha entrando en el hoyo del cielo. Pero contra algunas cosas no se puede ni sirve pelear. En un extraño equilibro que cuesta comprender, como si todo estuviera armado en círculos para que nada quede librado al azar, una flor nunca se marchita sin que otra despliegue sus pétalos al sol.
En cuestión de segundos, en la madrugada de un martes, la futura madre rompió bolsa, él rápidamente la llevó al sanatorio y a las dos horas el pequeño Joaquín se aferraba a las manos de sus padres. La abuela hizo el esfuerzo, con mucho amor propio a la mañana siguiente estaba junto a su hijo y nieto. Procurándole concejos a la primeriza madre sobre cómo darle la teta, cómo bañarlo o como arroparlo. La mujer mayor, con el pecho lleno de alegría por haber cumplido y sin energías, se despidió de la madre, de su hijo y del nieto. Nadie lloró, nadie rió, sólo hubo expresiones hechas con el corazón que para el rostro son imposibles de reproducir.
Al día siguiente la nueva madre y su hijo fueron dados de alta, esa misma noche el teléfono sonó anunciando que el orificio que había en el cielo ya no existía más.

Mayo de 2006

domingo, 1 de julio de 2012

Cielo de tortuga


En las nubes acampan seres sin ojos ni forma, tristes con lenguas de rayo y armados con violines. 
Formados en falange macedonia encapotan el cielo, endureciéndolo como un caparazón de tortuga. 
Planean, planifican, aguardan el momento de la invasión.
 

lunes, 14 de mayo de 2012

Alicia, la del policial negro

Alicia desconoce que está dentro de un marco dorado, que puede ser una pantalla o una pintura, y que flota en un vacío negro. Desconoce que un nombre, paciente y transparente, mira desde afuera. Tiene puesto una piel de espectador y corre por su cuerpo sangre de centauro. No lo sabe pero el nombre también flota del lado del vacío, mirando, con ganas de entrar.

Alicia parada en el medio del rectángulo hace de frontera, del lado izquierdo un mundo de colinas verdes y cielo azul, nubes blancas que animadas rondan al sol. El espectador aprecia la perfección con que los píxeles se unen dando vida a ese idílico escenario, ¡hasta un arco iris cruza sobre el río! Alicia mira los colores, paradita con sus brazos firmes sobre el cuerpo y las manos quietas. Le da la espalda al otro mundo, al gris, al neblinoso que cubre el empedrado de la calle desierta. El silencio arrancado de un policial negro no es atracción para Alicia. Pero el espectador todo lo ve. Y amaga en movimientos hacia adelante a querer entrar al cuadro.

Alicia lo mira, lee en su mirada las ganas de zambullirse y lo invita con su manita a saltar, a entrar. Colgado ya el nombre del dorado marco, balancea sus letras entre el afuera y el adentro. No puede dejar de escudriñar a la joven y sentirse atraído por su belleza simple. Blanco y celeste su vestido interfiere entre los dos mundos. Entonces, para tomar coraje, para que el deseo suelte sus caballos de carrera, el nombre se imagina paseando de la mano con Alicia por una galería de arcos blancos sobre la costa. Siente el agua llegar mansa al borde de la galería, degusta la mano de Alicia perdiéndose en la suya. No aguanta más, la sangre brava le pide ese cuerpo, lo obliga al encuentro de los mundos, le ordena que salte.

La caída es rápida. Ahora el nombre también es límite entre un bosque idílico y un policial negro. La toma a Alicia de su mano izquierda y ve como apenas las manos se trenzan su vestido comienza a empequeñecerse, hasta que los volados del borde se detienen en la cintura. El viento que pasa de un lado otro sin fijarse cómo es cada mundo, qué los hace latir, vuela libre por la entre pierna de Alicia. El nombre cede sus miedos a tal espectáculo comenzando a asombrarse de lo que ve. Alicia con su cara y manos de carne y hueso, carga un pubis de plástico brilloso, de Barbie lisa sin sexo.

El nombre se pregunta si Alicia sabe con lo que carga, se pregunta por el futuro y se carajea por haber saltado al marco. Sin soltarla se imagina que tal vez la calle del empedrado gris y neblinosa lo conduzca a algún crimen sin resolver, a una aventura sin arcoiris de plastilina. Alicia le habla en el pensamiento y lo invita a imaginar una caminata juntos, de la mano y por las arqueadas galerías. El nombre no puede dejar de pensar en el pubis liso, en el vacío negro que dejó atrás y en el plástico inerte que lo llama. Intuye, más bien sabe que va a ir en búsqueda de un crimen para resolver.

viernes, 8 de abril de 2011

Sigue al conejo...



....Mientras el conejo saboreaba gustosamente su zanahoria a la vera del gran río rojo, la nave espacial con forma de hamburguesa se plantó sobre él, desplegando sus rayos de abducción...


(pronto volverán las Akrovacias)

miércoles, 22 de diciembre de 2010

El Caballero, la Muerte y el Diablo


El jinete detuvo su andar de golpe cuando un cielo tormentoso nació de entre los árboles. Su perro mostró los dientes, y las nubes y rayos se abrieron ante la figura alada.
"¿A quién temes más Caballero, a la Muerte o al Diablo?".
"Al hombre que vive debajo de la armadura noble espíritu, al hombre que galopa buscando y empuña la espada. Al hombre, que en su carne más profunda lleva los ojos de ambos".
El espíritu desapareció una vez más entre los árboles, permitiendo al Caballero continuar su búsqueda del Grial.







El Caballero, la Muerte y el Diablo
Alberto Durero, grabado de 1513.

lunes, 29 de marzo de 2010

La catedral

Dos almas desesperadas huíamos por un bosque hasta que nos topamos con una catedral gótica antigua, muy venida abajo. Sus muros se ocultaban detrás del musgo y enredaderas. Sin pensarlo empujamos las puertas de madera y entramos. Al fuerte golpe del cierre le siguieron los crujidos del piso. Con cada paso la madera chillaba más y más. Junto a mí iba una mujer, un hombre, un niño, un animal, todo junto o nada, algo vivo o muerto, no lo sé; pero se me pegaba como una sombra.

Unos candelabros iluminaban tenuemente la nave principal. En silencio una anciana se nos acercó, amablemente nos saludó e invitó a caminar hasta el fondo. Avanzamos y de la nada aparecieron más mujeres, iban descendiendo su edad hasta llegar a la última, una niña de ocho años. Habrán sido unas 8 o 9 en total. Sus figuras, calcadas a las de los vitrales de las paredes tenían un rostro muy parecido entre si, de rasgos filosos moldeados por artesanos dulces.

“Somos de la familia de los Noldor, la gente de los árboles” dijo la más grande. Mientras nos relataba su historia familiar, mis ojos la proyectaban sobre el muro detrás del altar: unas 8 o 9 calaveras con patas, como arañas saltaban entre los árboles y danzaban al ritmo de una música de cuerdas.

La historia se perdía entre visiones y colores, cuando la más anciana nos llevó hasta los pisos superiores de la catedral y nos dijo que allí estaríamos a salvo. Fuertes pisadas tumbaron mi vista para abajo, por entre los tablones de madera divisé lo que nos perseguía en el bosque. Lento y constante subía por nosotros. Inmediatamente el piso de madera con sus escaleras y paredes, comenzó a disolverse hasta tornarse oscuridad completa, vacía e inmaterial. Se llevó consigo mis ojos, mis manos, mi cuerpo entero; también a quien me acompañaba y a lo que nos perseguía. En medio del silencio sepulcral fui una voz preguntando “¿Quién soy? ¿Dónde estoy?”, “¿Quién soy? ¿Dónde estoy?”, “¿Quién soy? ¿Dónde estoy?”…

Luego de un tiempo inmedible las voces de las mujeres deshicieron la pregunta y mi cuerpo apareció. Las llamas de los candelabros dieron luz, alimentando los vitrales y sentadas en círculo, las hermanas comenzaron a contarme otra historia.


martes, 16 de marzo de 2010

Los Invisibles

Una garra invisible
levanta una mano de carne,
dormido
el cuerpo cruzado
suelta un aullido
con los ojos
centelleando en blanco.
El cuerpo sin forma
sacude al vivo,
el fénix del cuadro
detiene su ascenso
soltando unas plumas
la luz de luna
rompe el papel de las cortinas
y recoge las lonjas del ave.
La mano visible
enjaulada en la garra etérea
atrapa una pluma
que hunde en el sol
obsequiado por la Reina Blanca.
Funde su espada de fuego
de arriba hacia abajo
al cuerpo sin cuerpo
corta en pedazos.
La mano con piel es libre
el cuerpo dormido duerme libre
hasta la siguiente agonía,
hambrientos los invisibles
regresarán de cacería.

martes, 9 de marzo de 2010

Descubrimiento

En la punta de una montaña
un alma busca un murciélago,
un abrazo,
un hermano, un amigo, un hombro,
un río.
Alucinado va en su búsqueda
hasta que descubre que la montaña
es una boca a punto de gritar.

domingo, 14 de febrero de 2010

La invasión de los escorpiones de tela

Desconocía la ciudad, también mi cuerpo. El día se iluminó de golpe cuando del cielo cayeron grandes esferas de fuego. Una impactó cerca mío y se abrió desplegando un enorme escorpión de tela. Franjas azules y amarillas lo vestían; recordé la fantasmal cárcel fueguina y reí angustiosamente.

El arácnido dio sus primeros pasos y espantadas las personas salieron corriendo. Como una sábana empujada por el viento, levantó su cola para disparar bolas azules gelatinosas. Una dio en el blanco y envolvió vorazmente a un pobre infeliz hasta devorarlo por completo. Moldeada por manos invisibles cobró la forma y textura de un escorpión del tamaño de un auto.

No tuve coraje ni fuerza que me animara a enfrentarlos, a bombazos azules iban reproduciéndose. Me alejé horrorizado hasta doblar por un callejón oscuro, desesperado, encontré un portón de metal. Lo abrí y dentro había distintas maquinarias y cintas transportadoras. Desierto el galpón, unas pocas lámparas colgantes lo iluminaban tenuemente. Sin perder de vista la entrada trepé por una columna de hierro, cuando llegué hasta el techo el portón se abrió y un amigo entró. Quise advertirlo del peligro pero no me salió la voz. Detrás de él un niño y un perrito callejero negro ingresaron. Sin soltarme de la viga quise gritarles con toda mi fuerza pero mi boca continuó muda.

Inmediatamente un escorpión atravesó la entrada y sin darle tiempo a mi amigo, lo cortó al medio con una de sus pinzas. El niño, estático entre los ladridos del perro miraba la sangre en el piso. Nada pudo hacer para evitar que una esfera azul los envuelva. Tres fueron los que venían en mí búsqueda. Solté una de mis manos de la columna y golpee una lámpara, el foco cayó iluminado y reventó en el suelo estallando en luz todo el lugar.

miércoles, 9 de diciembre de 2009

Uvas de ojos



Es mi casa y debo sacarlo al sol. Lo busco furioso y él se esconde en las sombras de los cuartos. Habitaciones y más habitaciones atravieso hasta que lo agarro por detrás. A golpes le rompo el espinazo, gozando cada quebradura de sus huesos muertos. El sólo suelta chillidos infernales. Ninguna palabra, ninguna letra; su mandíbula se abre monstruosa desplegando los colmillos. Lo arrastro del cuello, (sí, del cuello) desgarrando su frac negro por todos los pasillos hasta llegar a la entrada principal. No ruega ni pide compasión, menos perdón. Entre los alaridos suelta alguna risa perversa y escupe rastros de sangre. Uso toda la fuerza que tengo para desterrarlo de mi hogar y tirarlo al jardín. El cielo es celeste puro y sol poder de luz.

Su cuerpo se arquea como una oruga y sus ropas comienzan a chamuscarse. Es un placer ver como su vientre se abre y su cuerpo se vuelve plástico verde ardiendo en fuego. Chilla y se contornea como una serpiente herida. Mientras, una delgada mano de mujer suavemente toma mi hombro y me da vuelta. Dos ojos como uvas verdes fulgurantes me sonríen. Con sus dedos finos acomoda mi barba con la dulzura suficiente para espantar el olor a muerto quemado. Cierro mis párpados y nos besamos hasta sacarnos la ropa. Eléctrico como un pez bajo más allá del vientre hasta sumergirme en su rosa de miel. Claros y vivos los pétalos se abren sobre el césped, mientras, el vampiro arde hasta volverse cenizas.

domingo, 8 de noviembre de 2009

Amor verdadero

El amor es una mierda me dijo hoy una amiga, que estaba de novia con un chico que conoció por msn. El detalle de estos tiempos modernos es que nunca se vieron, más que por la cámara de la computadora. El vivía en Japón, ella acá. Por supuesto que él la dejó vía Internet un sábado a la medianoche y ella se quiso cortar las venas, no literalmente, pero casi.

El amor es hermoso, me dijo hoy mi hermano por sms. “¡Te quiero che….soy feliz…espero vos también!”. Nunca desprecio ni voy a despreciar una muestra de amor, aunque sea por mensaje de texto. El amor fue mi hermano en ese atardecer dominguero.

El amor no existe me dijo un cartonero que revolvía las bolsas de basura, en la puerta de mi edificio. “¿Es perro o perra?”, perro le respondí y el loco lo acarició, me trató de usted y se fue con los cartones para la avenida Corrientes.

El amor es duro cantaba Bob Dylan en mi balcón…bueno, Life is hard en realidad, pero casi que casi, vida, amor, si no son sinónimos le pegan en el palo. ¿¡Acaso Lennon no viene predicando hace más de cuatro décadas que todo lo que necesitamos es amor!?

El amor son mis sobrinos me dice siempre uno de los pocos descendientes de los Sioux vivo, que tengo por amigo. Le creí. Con los míos me pasa lo mismo, hasta sentir que me dan ganas de ser padre y todo, y ahí mi fantasma freudiano me dice "¡Uooo tranquilo carapálida, primero cruzar río, luego plantar campamento!”.

Entonces luego de tanto sentir, de pensar, de buscar (y seguir buscando); creo que quien es merecedor del amor eterno, del amor inabarcable, infinito y todos los sinónimos que cantan los boleros; es esa persona a la que cuando llames por teléfono a las tres y media de la mañana en pleno invierno, frío, casi congelado de tanto frío, y le digas nervioso como en toda primera vez “¡Tengo que deshacerme de un cadáver…!”, quien te responda, quien te ayude va a ser el amor verdadero.



jueves, 22 de octubre de 2009

Pez

Ella nada desnuda de un lado al otro en el agua verdosa y grumosa. Es una estatua blanca que silenciosa brilla en medio del pantano. Arranco una liana gruesa de un árbol y latigueo el agua. Sin carnada me aventuro al misterio del fondo del río y aguardo paciente como todo pescador. Una y otra vez saco y vuelvo a tirar la liana sin ni siquiera rozarla, a ella que pasea su cuerpo de mármol de aquí para allá. Entonces cuando más desatento estoy, violenta la liana se hunde tensando los músculos de mi brazo. Doy pelea y tiro hacia atrás, como un cohete atraviesa la superficie un pez de color verde amarronado. Contornea espasmódico en el aire su enorme cuerpo de placas prehistóricas. Cae arrastrándome hasta el borde de la costa. Ella, muda y radiante ni nos mira.

Varios tirones y minutos de pelea, y el pez cae atontado en la tierra. Para llegar al instante fatal lo tomo de la cola y varias veces doy su cabeza con todas mis fuerzas contra la baranda de un balcón. El pantano desviste en bosque, ella se derrite y las flores comienzan a brotar.

Encuentro una tabla de planchar con una plancha caliente y preguntándome “¿Adonde voy ahora?” plancho el pescado. Aliso su cuerpo mansamente y las placas rocosas se vuelven naranjas escamas. Con la tarea doméstica cumplida me pongo el nuevo traje y me arrojo al río.


lunes, 5 de octubre de 2009

Sándwich de mortadela


Que el tipo estaba empecinado en sufrir. Y se imaginaba cómo el reloj del colectivo giraba sus agujas hacia atrás y entre otros pensamientos, visualizaba un cuento con números de protagonistas donde las matemáticas un día fallaran y al sumar 2 + 2 la calculadora diera 5. Todo para hacer más ameno el hoy que al fin al cabo era lo único que le importaba. Al lado le hablaban, atrás hablaban, pero las oraciones le entraban por un oído, cargaban nafta en el hipotálamo y salían por el otro. Lamentablemente, rápidas y vertiginosas las oraciones derraparon y se estrellaron contra la ventanilla del ómnibus.

En este caso el peatón fue el culpable (o el tipo que para el caso es lo mismo) ya que éste no se corrió del camino cuando las oraciones a una peligrosa velocidad exclamaron “¡A veces perdemos tanto tiempo enojados que nos olvidamos de ser felices!”. El tipo en cuestión, alguien común como vos, yo o la que con pies fríos pisa una lápida y se aleja en un espiral de luz; bramó “¡Joder! Que entre esa reflexión y mis ganas de saltar por la ventanilla ahora quiero convertirme en un sándwich de mortadela…”. Y un hada de arena de esas que leen la piel y cumplen deseos que iba en el asiento de adelante, lo tocó con su varita mágica. Eso sí, no lo convirtió en cualquier sándwich sino en uno de mortadela de pura sangre, con varios Grandes Premios encima que hoy descansan en alguna biblioteca de la vieja Babel.


domingo, 4 de octubre de 2009

Detrás del sol

Cansado de sentir, palpitando un poco de aire entre poesías y canciones; una leyenda escuchó: “Cuando quieras esconder algo, ocúltaselo al sol”.

Armó un globo aerostático con cientos de bolsas para residuo, lo ató a un cajón de mudanza que encontró en la calle y se elevó en medio de la noche, superando las nubes; las luces de la ciudad se perdían en hogueras artificiales.

Las palabras sirven para ocultar y en su viaje en globo yacía la verdad. La búsqueda, quizás, del calor. Un intento de preguntarle a la Creación por la receta de la alquimia mágica. No le interesaba convertir el plomo en oro o vivir eternamente encerrado en piel y huesos. Pero si la voluntad. Sí encontrar la primera llama de todas las almas. Quemar con esa alquimia las envidias y rencores que lo consumían. El egoísmo tan cancerígeno que se contagia con una puñalada por la espalda o arrojando a la basura un plato de comida.

La voluntad. La misma que lo llevo a fabricar el globo que lo conducía hacia la estratósfera. La misma que dilapidaba en quejas, sentado en una mecedora. Junto a ella ubicaba la escopeta de doble caño y hubiera sido tan sencillo dar por tierra con la voluntad, con silenciadores perdigones.

Pensó en regresar y buscarla. Pero el viento dominaba el rumbo, escapándose el destino de sus manos. A tal punto lo enfermó la inmanejabilidad de la situación, que batió sus manos con la velocidad de un alguacil, pidiendo desesperado a las águilas vigías que picaran el globo.

Se preguntó por la espalda de Dios, si está detrás del sol. Si puede encarnar nuevamente desde ahí. Si se encuentra detrás del sol el secreto, la fórmula para no estancarse, para crear con las distintas fuerzas de la naturaleza, para alquimizar o transmutar las dolorosas emociones en sanas.

***

El final (y el comienzo) tiene que ser la pregunta sobre lo que se pierde al elegir esa responsabilidad, la del creador, la del poeta que va hacia lo que vendrá. El que se lo tiene que imaginar, dejarse ser tomado por la musa, por la creación, por la luz y quizás después viajar por el Universo sobre un hilo que el Sol suelte…


domingo, 6 de septiembre de 2009

Horizonte

Estoy encerrado en una celda cuadrada enorme y el techo de rejas metálicas roza mi cabeza. Las paredes son de piedra, el guardia de uniforme azul en el pasillo camina de un lado al otro repitiendo incesantemente ¡Cuidado con el monstruo, cuidado con el monstruo, cuidado….! Su cara se difumina en la oscuridad y una poca estela de luz solar penetra la ventanita.

Miro para arriba, traspasando el techo enrejado las piedras del muro se erigen inacabables. Y de pronto el hueco se llena con una bestia de piel grumosa y seca; aterriza su brutal consistencia sobre el techo dando aullidos y rugidos. Sus tentáculos intentan agarrarme y yo me muevo de un lado al otro, esquivándolos, saltándolos; advirtiendo que su piel está entre el rojo y el rosáceo, como la carne humana pelada. Esta inhumana criatura persiste apoyada en el techo, presionando con su cuerpo; desde abajo sólo diviso una forma espiralada que termina en una boca negra e infinita, con cientos de colmillos blancos en cada canaleta que forman el camino hasta ella.

Entre salto y salto para eludir sus largas extremidades aparezco en un muelle que sin fin a la vista llega al horizonte. El piso es de madera y las barandas de concreto. El sol no aparece, sin embargo es de día y el cielo celeste resplandece sin reflejar ninguna nube en el alisado mar azul. A un lado y el otro del muelle llana la arena se extiende. Atrás mío oigo su voz. Sin verla (y no voy a hacerlo durante todo el sueño) percibo su pelo negro y esos ojos en forma de finitas estrellas. Es ella pero su ser no es con quien jugaba de noche en el balcón. Entre risas me dice que camino gracioso, que parezco Chaplin y sin cruzar nuestros rostros, lo imito haciendo distintas piruetas y ella ríe más dulce todavía. Y antes que el fantasma que no voy a ver se evapore, más adelante en el muelle unos horribles tentáculos se elevan por sobre el horizonte. Comprendiendo la situación, como el guerrero que no puede eludir su misión, me despido en paz celebrando el amor que nos dimos. Lo último que escucha de mí es que voy a seguir camino unos metros más hasta llegar al pozo cuadrado donde está el monstruo que voy a matar.


martes, 25 de agosto de 2009

Divinidades


Soy el Rey de los humanos y la Tierra entera es mi reino. La paz vive en el planeta y las armaduras de los ejércitos se oxidan obsoletas y vacías. Pero soy ajeno a dicha paz pues mi Reina ha sido raptada. Ningún trono o poder me importan sin ella a mi lado.

La última noche de luna llena la primera Divinidad Femenina que habitó la Tierra cuando esta se formaba entre polvos cósmicos, se apoderó del alma de mi Reina raptándola y desapareciéndola en el bosque. Mis mejores exploradores y perseguidores inútilmente emprendieron su búsqueda durante semanas. Cazarecompensas contraté para que fallaran tristemente. Magos y oráculos visionaron entre nieblas para hallar solamente silencio.

Entonces oscuro ya de amor y del calor de mi Reina estrellé la corona contra el trono y abandoné el castillo. Adentrándome en el bosque una a una fui desgarrando mis ropas reales. Angustiado en lágrimas y desnudo seguí avanzando entre los árboles hasta llegar a un valle. El sol iluminaba desde el centro del cielo y mis gritos ahuyentaron a los animales.

Cuando el astro y yo quedamos solos, cuando mis manos habían escarbado toda la tierra hasta llegar a la piedra y mis uñas sangraban, un viento eléctrico me levantó por los aires. Mis latidos llegaron al límite y fui sumergido en el río. En el remolino de agua sentí como con toda su potencia la primera Divinidad Masculina que habitó la tierra, me poseía hasta disolver mi alma humana.

Emergí del agua mostrando mis hojas al sol. El verde fulgor resplandecía trayendo de nuevo a los animales junto a mí. Mis raíces hondos surcos dejaban con cada paso. Entonces como una visión de mis apesadumbradas noches en el castillo, vi a mi Reina desnuda sobre una gran piedra lisa. La envolví con mis ramas que se extendían como enredaderas enamoradas y la poseí hasta que la fecundación dio vida a los nuevos dioses.


lunes, 10 de agosto de 2009

ORIGEN DE LA PRIMERA RADIO SUDAMERICANA DE DUENDES

A mis tres amigos radiofónicos

Esta investigación histórica no figura en ninguna enciclopedia o texto oficial. Pero la radio existe. Quien pase por el balneario uruguayo de La Paloma será sorprendido por las emisiones radiales de los duendes.

Según trascendidos periodísticos y el chismoso boca a boca de los nativos charrúas, el 14 de junio de 1995 una nave extraterrestre enceguecida por el faro del Cabo Santa María se estrelló en la costa. Lo único que testifica este hecho es una explosión similar a una Aurora Austral vista por unos pocos pescadores, ya que ningún resto de algo quedó en el lugar. Algunos dicen que una filmación en vhs registró el hecho, pero a dicha apócrifa cinta ningún medio ha tenido acceso hasta ahora.

A tres días de ese episodio todas las frecuencias radiales del lugar comenzaron a ser interrumpidas en millonésimas de oportunidades, sin aviso y horario fijo. Con emisiones que van desde dos frenéticos minutos punks de duración, hasta 24 maratónicas horas seguidas de poesías, monólogos, melodías de silbidos y cuerdas; los duendes transmiten su mensaje al poblado costero.

Los datos allanados permiten sospechar que un numeroso grupo de duendes, nereidas y otros espíritus de la naturaleza, se apoderaron del ovni caído hace catorce años. Apropiándose así, de la tecnología alienígena que les permitiría transmitir sus aventuras radiofónicas. Con los aparatos técnicos marcianos, no sólo logran hacer rebotar cualquier tipo de luz en el edificio desde donde emiten para hacerlo invisible al ojo humano; sino que también asaltan todas las frecuencias de AM y FM sin ser detectados.

Cansados estos seres de la violencia irracional de la humanidad y las violaciones al planeta Tierra, decidieron incursionar con su propio medio de difusión para contrarrestar la provocación del ser humano. Con la tecnología marciana, conformada totalmente por elementos orgánicos biodegradables que se cree se alimentan de energía solar, los rebeldes elfos y náyades aspiran a penetrar en la sensibilidad primaria de hombres y mujeres de todas las edades.

Su noble anhelo de revolucionar un cambio mediante imágenes radiofónicas, los puso también en peligro de vida. Sabido es que estos seres son esquivos y sólo se presentan cuando ellos quieren, por lo que esta aventura radial los dejó a la intemperie de oscuros cazadores. Así fue que el 15 de junio de 1995, los mismos pescadores que divisaron la colisión del objeto volador, avistaron también tres helicópteros negros de los que descendieron un grupo de uniformados. Nadie sabe de donde vinieron ni hacia donde fueron. Sí, que actuaron en la zona (no se logró descubrir aún que tareas realizaron) con un silencio estremecedor. Incluso, algunas crónicas orales de la época afirmaban que varios de los testigos del fenómeno fueron desapareciendo con el correr de las semanas.

Hay quienes aseveran que los gnomos y ninfas defenderán su clandestinidad hasta el momento en que los seres humanos tomen conciencia de que la naturaleza “No es ninguna estación de servicio, proveedora de la infernal maquinaria industrial que está devastando el planeta”. Lamentablemente no hay ningún documento o grabación, que certifique estas declaraciones. Como un pacto de silencio entre un abuelo y su nieto, los habitantes del balneario juraron no grabar ninguna emisión para que cada una sea un presente instantáneo único e irrepetible.

A pesar de la sombría marea en contra la radio de los duendes sigue al aire. Ningún nativo de La Paloma ha visto el edificio desde donde transmiten, pero continúan percibiendo esas fantásticas emisiones que no saben de horario o frecuencia.

Fuentes consultadas: Las intensas y lisérgicas dunas de La Paloma.


domingo, 28 de junio de 2009

Abstracto: Complejo

Clásicas firmes y sencillas, modernas células se mueren día a día conmigo, bailando energizadas por segundos que nos inventaron los amos del reloj, quizás sea todo una mentira, ojalá como la de los murciélagos esos con poder de invisibilidad que se me meten en la oreja y me quieren robar las ideas, por suerte siempre llevo conmigo la petaca de mi tatatatatatara abuelo, fundador vikingo que decidió no matar más focas y se puso un puesto de revistas subterráneas en el medio de Alaska, al lado de una antena vieja, oxidada, de esas que la colorada Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas plantó para comunicarse con Dios, mentira, mentira fue lo que les dijo a sus súbditos y solamente quiso mandar un sms (cuando nadie los había inventado aún, estamos hablando del 33 de agosto de 1969), para avisarles que salía Led Zeppelin I y los hippies se morían de tristeza, ahora, retomando el hilo del flujo ella me dijo “varón cortés y viril” a lo que yo agregué “sensible”, ella escupió una llama que me desintegró la cara, por suerte sacó de su diminuto porta maquillaje un cincel y martillo, con mucho esmero me dejó plantada la cara de la luna cuando nadie la ve, el encuentro es el de un poeta puto y hermoso que mató el franquismo, con un colombiano lisérgico y suicida, ambos tocan mujeres dentro de mi mochila, por dentro y por fuera, en el subte se asustan porque esta se mueve y cambia de colores, ahí tienen estos hijos de putas que aman viajar como sardinas hipnotizadas, de nuevo ella, me mandó un mail y gritando con voz de Polifemo con bronquitis, me pidió algo cálido y sugerente, contactémonos alocados y amorosos, cual Sofovich hablando bien del negrito Olmedo, en fusión perfecta con Luis Almirante Brown se me hubiera ocurrido llamar a nuestro show Besame la urna, pero no, ay, ay, ay, ella es tan delicada como mi respiración en este frío invierno madrugador que se vuelve hielo antes de penetrar en tus ojos, entonces a escasos 5 centímetros quedo y decido ir por la retaguardia, haciendo saltar primero el coxis, luego la quinta y sexta, séptima (no me voy a detener en todas las vértebras) alegres como meteoritos saltan y tranquila, se te adormecen las piernas y la cintura es pura rumba me repite el suicidado colombiano en sábana de fantasma, decía, tranquila que no vas a quedar como Michetti, esto es con amor….