domingo, 22 de enero de 2012

Tiemponauta

Miraba el cielo por las noches
a campo abierto buscando
estrellas fugaces,
creía
sostenía
argumentaba
discutía a todo el mundo
que eran en verdad
naves viajando
por el Tiempo...

sábado, 21 de enero de 2012

Sueño a la intemperie

En algún espejismo
un balcón nace en el camino,
de plata y algas
se erige rey de los desafortunados.
Perros se acercan
y cavan en los cimientos,
es el calor
el que los lleva a buscar fresco,
tan hondo ahuecan la tierra
que unos esqueletos brotan,
¿Restos de otro espejismo?
pregunta el viajero,
los perros aullan
callando al viento.
Por la baranda
una multitud de alguaciles desfila
traen lluvia, traen calma
traen manos cansadas,
entre el agua y
mordiendo el horizonte
unos ciervos de piedra
cargan un cuerpo envuelto,
se va un hermano
se va un mago
parte un hijo de los refugiados.
Atrás se oxida el balcón,
atrás se vuelve
comida de peces,
en el aguacero el viajero ve
su voz embarcar.





lunes, 16 de enero de 2012

Paisaje a medio camino

Sangre que mira
furiosa y gentil, es
herida en el pecho.

Nadie habita el cielo,
camino a la Tierra
dunas de arena
y en las esquinas del desierto
calaveras abiertas.

Fingir la muerte
y bajar hasta bailar
una danza sin brazos.

domingo, 15 de enero de 2012

Último vestido


El sol devoró
su último vestido de primavera,
ella sonrió
y lloró azul.

Desesperado,
descubriendo el momento infinito
extendió sus manos sobre la costa,
callada
y con un ramo de flores
arrancadas del vestido
se arrojó al río.

Los ecucaliptus asesinaron hojas
ardiendo sobre el agua gris,
el fuego dibujó el curso profundo
en ritmo de carrousel
sus rodillas desmoronaron
al son de la locura
cerró sus manos.

jueves, 5 de enero de 2012

Vestido de abejas



¿Qué máscara tengo
cuando me miro al espejo?

Lo hago de noche
nunca de día
los peces voladores
sólo salen con luna llena,
aunque ella
inocente de porte salvaje
se pasea
con mitad de la piel afuera
el resto
bajo un vestido de abejas.

¿Qué máscara tengo
cuando la miro en silencio?

miércoles, 4 de enero de 2012

De la introducción del libro "Haiku de las cuatro estaciones" (Matsuo Basho)

HAIKU Y LENGUAJE

Salvador Pániker escribe en su Aproximación al Origen: "El hombre es un animal enajenado, víctima del simbolismo de su lenguaje. Efectivamente. Más que vivir en la Percepción Pura de la Realidad vivimos prisioneros del simbolismo del lenguaje. Nuestra percepción de la Realidad viene filtrada por las categorías de nuestro mundo simbólico. El hombre no domina el mundo simbólico de su lenguaje, sino que es dominado y condicionado por él. Lo que nosotros llamamos Realidad no es más que lo que las categorías de nuestro lenguaje puede asimilar.
Digamos que el carácter relativo del lenguaje primitivo, en su gestación hace miles de años, se ha convertido en carácter absoluto y el hombre actual no sabe percibir más allá de este mundo simbólico absolutizado. Así la cultura se ha formado como proyección social del lenguaje humano y a la inversa se ha convertido en factor determinante en la formación de este mundo simbólico. No obstante, en todas las épocas ha habido hombres que han intuido una Realidad más profunda y más amplia, más allá de los límites del lenguaje y de la cultura. Se les llama sabios, místicos, maestros espirituales, y concretamente en el caso de haiku, aunque parezca paradójico, poetas.
El lenguaje es por naturaleza profundamente dualista. Surge de la separación de la cosa real y el símbolo que la designa. De esta manera y de un estado original no dual, el hombre pasa a encontrarse separado de la Realidad, ya que el símbolo se interpone. El lenguaje evoluciona al mismo tiempo que la inteligencia. Comienzan a surgir todo tipo de dualidades derivadas: sujeto-objeto, verdad-mentira, Realidad-Irrealidad, etcétera. El lenguaje se va desarrollando a partir de una serie de dualidades fundamentales hasta llegar al sistema simbólico complejo y autónomo de nuestros días. Pero este proceso iniciado desde el estado pre-simbólico -estado original, no dualista- hasta el mundo simbólico y autónomo del lenguaje actual no fue el mismo en todas las culturas. La cultura occidental -greco-judeo-cristiana- es la que más ha avanzado por este camino, la que ha creado el lenguaje más superestructurado y abstracto y, por lo tanto, la que más se ha alejado del estado pre-simbólico. De hecho la tradición religiosa judeocristiana, columna vertebral de la civilización occidental, se basa principalmente en el lenguaje escrito.
La intuición y la presencia del estado presimbólico original es mucho más patente en las culturas orientales. Oriente, al mismo tiempo que desarrollaba el mundo simbólico del lenguaje, era de alguna manera consciente de su artificialidad, de sus límites, de la falacia dualista que representaba, y siempre mantuvo un contacto sano con el estado original pre-simbólico. Por eso, sus lenguas se vieron forzadas y obligadas a ser lo menos concretas y lo más cercanas posibles a la Realidad pre-simbólica.
El haiku es una manifestación quintaesencia de esta concepción del lenguaje. Lo más importante en el haiku no es “comunicar un concepto a través de unos símbolos". Sino despertar en su autor la conciencia de la No dualidad primordial. Volviendo a Pániker: "El hombre es un animal víctima de lo simbólico. Eso explica la compulsión a imponer su propio código simbólico. Si esbozáramos una fenomenología de cualquier discusión entre humanos advertiríamos la patológica necesidad que tiene cada parte de imponer su visión simbólica de la realidad...
Nada delata tanto la necesidad que tenemos los unos de los otros como nuestras mismas discusiones y querellas. Nos sentimos incomunicados si la otra parte no acepta nuestro sistema simbólico. Somos incapaces de trascender lo simbólico y darnos la mano a un nivel más hondo y real...”
Pues bien, en el haiku el autor, especialmente los grandes maestros, no tratan de imponer nada, no quieren comunicarnos su personalidad o su sistema simbólico. Aunque pueda decirse que el haiku es un símbolo de la visión intuitiva de la realidad, creo que es algo más. El hecho de componer un haiku es en sí mismo la visión intuitiva de la Realidad, es la experiencia espiritual por excelencia, es decir, la liberación de los límites del lenguaje, la experiencia del estado pre-simbólico. ¿Cómo puede ser esto? ¿Cómo puede ser el haiku, cuyo material básico es el lenguaje simbólico, una experiencia del estado original pre-simbólico? ¿Es que este estado pre-simbólico puede ser expresado, atrapado por el lenguaje simbólico? Es verdad que esto es una gran contradicción. La respuesta es simple: Lo más importante en el Haiku no es lo que dice sino lo que no dice. Por eso el haiku no nos comunica nada a nivel simbólico sino que más bien despierta en nosotros una consciencia trans-simbólica, imposible de definir. En el haiku no hay comunicación conceptual, ya que no “pretende comunicarnos un mensaje simbólico" Lo que
comunica en el haiku no es lo que se dice sino lo que no se dice. Su comunicación es invisible, inatrapable. Pero la fuerza del haiku no reside solamente en lo que no dice, sino en la intensa relación que mantiene lo dicho con lo no-dicho, lo expresado con lo no-expresado, lo visible con lo invisible. Ambos factores son esenciales.
Por eso no creo que la experiencia de la Realidad pre-simbólica sea antes y la composición del Haiku después. La composición del haiku es en sí la experiencia de la Realidad pre-simbólica. Vamos a ver, no caigamos en las trampas de los conceptos. Esta experiencia de la Realidad pre-simbólica la llamamos estado original no-dual, infinito, absoluto, ya que aún no existe ninguna categoría que trace límites. Este estado es la Unidad total y absoluta, lo incluye todo, incluso el mundo simbólico del lenguaje. El problema no radica en el lenguaje. Sabemos que su simbolismo es limitado y dualista. Esa es su naturaleza. Lo absurdo sería querer expresar con este simbolismo la experiencia del estado pre-simbólico. Lo esencial es así la conciencia con la que se utiliza el lenguaje. La conciencia debe ser libre, más allá de los límites del simbolismo. Así podemos utilizar los límites del lenguaje sin caer en ellos, sin que la conciencia sea atrapada por el mundo simbólico. El lenguaje no puede expresar lo que está más allá de sus límites, pero siempre desde una gran libertad de conciencia se puede utilizarlo.
La perfección de un haiku radica entonces en su habilidad para comunicarnos lo incomunicable, es decir en su poder de sacarnos del simbolismo del lenguaje y ayudarnos a acceder al estado pre-simbólico. Pero de todas maneras, las traducciones a las lenguas occidentales del haiku japonés dan un reflejo demasiado pálido de su fuerza original. La estructura de las lenguas occidentales está demasiado atomizada en categorías y su simbolismo ha cobrado una personalidad autónoma demasiado fuerte como para despertar en nosotros una experiencia absoluta e integral.
El haiku apunta directamente a la esencia pre-simbólica, por eso su forma es generalmente un sintagma nominal, sumamente breve; y si incluye algún verbo, éste aparece desposeído de flexiones temporales y personales. La forma lingüística original del haiku en japonés aún permite expresar la no dualidad entre sujeto y objeto. La experiencia del haiku es total y absoluta, aquí y ahora. No soy "YO" el que se asombra de la belleza de la luna, y después plasmo "mi" asombro en un poema. Eso que llamamos "yo", "asombro", "belleza', "luna': y "plasmación de todo esto en un poema” constituye un todo inseparable, es algo que sucede aquí y ahora; así, por ejemplo, un haiku que literalmente traducido sería:

“Luna llena otoño rodeando lago noche toda”

Al pasarlo a una lengua discursiva, cargada de partículas y de nexos, cuyos sintagmas verbales poseen flexiones de tiempo y persona, quedaría algo así:

“Luna llena de otoño he vagado toda la noche alrededor del lago.”

Con lo cual pierde la evocación de un estado no dual, pierde toda su fuerza, y el poema se convierte así en un discurso que transcurre en un tiempo que va del antes al después. El haiku original escapa de las trampas del lenguaje discursivo y de las categorías. Se instala en la eternidad absoluta del momento presente. Y este absoluto lo incluye todo, incluso el mundo simbólico del lenguaje limitado. Por eso no creo que la composición del haiku sea posterior a la experiencia. El hecho de escribir un haiku forma parte de la experiencia del Despertar de la conciencia a una Realidad pre-simbólica o trans-simbólica –SATORI en el Budismo Zen–. Es simplemente algo que sucede. Esto no significa que componer un buen haiku sea cosa fácil. El lenguaje debe ser trabajado, maleado, depurado, día tras día, haiku tras haiku. A veces el haiku
expresa demasiado, cerrando así las puertas "a lo que no se puede expresar". A veces la experiencia pre-simbólica es vivida con tal intensidad que el haiku que intenta "no expresarla” se vuelve oscuro e impenetrable. El lenguaje debe ser templado como una espada y estar siempre preparado. Así, en un momento dado, la experiencia pre-simbólica puede manifestarse a través de la correcta polaridad "expresiva no-expresiva" del haiku.
En todo lo dicho se observa una intensa influencia del Budismo Zen. Muchos escritores de haiku siguieron las enseñanzas de Maestros Zen y practicaron la meditación Zen en tanto que experiencia de la Realidad original pre-simbólica. Los Maestros Zen repiten siempre que la experiencia por excelencia es la meditación en postura del Buda, pero que esta experiencia podía ser vivida en cualquier momento y situación de la vida cotidiana, ya sea en la toilette, caminando, comiendo, trabajando y –por qué no– componiendo haiku. Ya que la experiencia de la Objetividad pre-simbólica no está reñida con la subjetividad del código simbólico. Ambos aspectos pueden vivir en completa no-dualidad.

Francisco F. Villalba