jueves, 22 de octubre de 2009

Pez

Ella nada desnuda de un lado al otro en el agua verdosa y grumosa. Es una estatua blanca que silenciosa brilla en medio del pantano. Arranco una liana gruesa de un árbol y latigueo el agua. Sin carnada me aventuro al misterio del fondo del río y aguardo paciente como todo pescador. Una y otra vez saco y vuelvo a tirar la liana sin ni siquiera rozarla, a ella que pasea su cuerpo de mármol de aquí para allá. Entonces cuando más desatento estoy, violenta la liana se hunde tensando los músculos de mi brazo. Doy pelea y tiro hacia atrás, como un cohete atraviesa la superficie un pez de color verde amarronado. Contornea espasmódico en el aire su enorme cuerpo de placas prehistóricas. Cae arrastrándome hasta el borde de la costa. Ella, muda y radiante ni nos mira.

Varios tirones y minutos de pelea, y el pez cae atontado en la tierra. Para llegar al instante fatal lo tomo de la cola y varias veces doy su cabeza con todas mis fuerzas contra la baranda de un balcón. El pantano desviste en bosque, ella se derrite y las flores comienzan a brotar.

Encuentro una tabla de planchar con una plancha caliente y preguntándome “¿Adonde voy ahora?” plancho el pescado. Aliso su cuerpo mansamente y las placas rocosas se vuelven naranjas escamas. Con la tarea doméstica cumplida me pongo el nuevo traje y me arrojo al río.


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