domingo, 6 de septiembre de 2009

Horizonte

Estoy encerrado en una celda cuadrada enorme y el techo de rejas metálicas roza mi cabeza. Las paredes son de piedra, el guardia de uniforme azul en el pasillo camina de un lado al otro repitiendo incesantemente ¡Cuidado con el monstruo, cuidado con el monstruo, cuidado….! Su cara se difumina en la oscuridad y una poca estela de luz solar penetra la ventanita.

Miro para arriba, traspasando el techo enrejado las piedras del muro se erigen inacabables. Y de pronto el hueco se llena con una bestia de piel grumosa y seca; aterriza su brutal consistencia sobre el techo dando aullidos y rugidos. Sus tentáculos intentan agarrarme y yo me muevo de un lado al otro, esquivándolos, saltándolos; advirtiendo que su piel está entre el rojo y el rosáceo, como la carne humana pelada. Esta inhumana criatura persiste apoyada en el techo, presionando con su cuerpo; desde abajo sólo diviso una forma espiralada que termina en una boca negra e infinita, con cientos de colmillos blancos en cada canaleta que forman el camino hasta ella.

Entre salto y salto para eludir sus largas extremidades aparezco en un muelle que sin fin a la vista llega al horizonte. El piso es de madera y las barandas de concreto. El sol no aparece, sin embargo es de día y el cielo celeste resplandece sin reflejar ninguna nube en el alisado mar azul. A un lado y el otro del muelle llana la arena se extiende. Atrás mío oigo su voz. Sin verla (y no voy a hacerlo durante todo el sueño) percibo su pelo negro y esos ojos en forma de finitas estrellas. Es ella pero su ser no es con quien jugaba de noche en el balcón. Entre risas me dice que camino gracioso, que parezco Chaplin y sin cruzar nuestros rostros, lo imito haciendo distintas piruetas y ella ríe más dulce todavía. Y antes que el fantasma que no voy a ver se evapore, más adelante en el muelle unos horribles tentáculos se elevan por sobre el horizonte. Comprendiendo la situación, como el guerrero que no puede eludir su misión, me despido en paz celebrando el amor que nos dimos. Lo último que escucha de mí es que voy a seguir camino unos metros más hasta llegar al pozo cuadrado donde está el monstruo que voy a matar.


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