sábado, 12 de abril de 2008

ESTELA PLATEADA

Esa mujer con la que una sola vez (sí, una única oportunidad aprovechada) fundí mi máscara. Nunca volverá. Ni debe volver. Ese deseo jamás sublimado. Ese cielo de mañana que nunca regresará y siempre desearé. Si regresa, ya no será lo que fue.

Una despedida para volver a encontrarnos, pero no aquí. Nos dispersamos, viajamos por el mundo y nuestra sangre para reunirnos en el lugar nunca imaginado, pero si sentido. Ese amor que fue (porque mientras fue no lo pensamos) y hoy no está.

Toda racionalidad vive en la melancolía y acrecienta nuestro sentimiento que por decantación, alimenta la chimenea de nuestra creatividad. Y sí, somos más proclives al arte cuando estamos tristes.

Cuando esa aguja corta la tanza, por ese abrazo que fue hace cinco minutos y detuvo el tiempo (inventado por los relojes, inventados por nosotros, inventados por…). Escapa a mi comprensión humana. Vos tu camino, yo el mío. No me importa si es el destino o qué, hoy es así, elijo esto, elegís eso. Separados. Y duele.

Intentamos equilibrar lo que no se puede equilibrar en vida. Intentamos acoplar a la humanidad en lo que no puedo manejar. Intento expresar lo mío en una proyección, uniendo a la masa de terráqueos que tanto aumentan mis nervios en los noticieros.

Es esto. Hoy. No se mañana. La tristeza. Esa gota de témpera (que no vuelve) que nos recuerda como fue. Como el tango: todo tiempo pasado fue mejor. Spinetta: Me niego a creer que todo tiempo pasado fue mejor. Disyuntiva. Lucha. Honra y honor. Sangre, demasiada sangre derramada. ¿Hasta cuando?

Avanzo. Dejando atrás el presente, mi vida, entonces, ¿Qué vivo? Como si quisiera atrapar el espacio creado por la fábrica, para, para…¿Qué mierda hago con el tiempo congelado? Ansioso. Tenés lo que quisiste y no sabés que hacer con eso. Sí, humano al fin.

Todo es mañana….un engaño.

Tristeza. Ese vaivén al caminar que no elegí. Sí, rabioso como uno de los cuatro apocalípticos (elijo al de la hambruna, así para cuando me arrepienta les puedo cocinar y redimirme al máximo), triste, por el desequilibrio vertebral.

Triste por la represión del espíritu. No dejando pasar lo que más allá de la cerradura cabe.

Salteás el Atlántico y tu amor queda. El mío vuela sobre él y persiste. Muere la tristeza. Pero no lo vemos. No queremos. Somos humanos. La necesitamos. Con una mano azotamos nuestra espalda y con la otra limpiamos la sangre. ¿Sociedad mundial? ¿Occidente? ¿Oriente? No sé, nunca crucé más allá del continente muerto.

Un barrilete de equilibrista. Entre modems y la piedra filosofal. La pluma sigue adelante, traspasa la sombra detrás de tus ojos, al niño que se hizo hombre. Sobre el mapa de combate los clavos la ubican, la drenan, la metamorfosean y vos y yo nos preguntamos que me ha pasado y que te pasará.

Guardo mi esperanza. Mejor no. La juego. A expensas de mi tristeza.

Alcanzo el equilibrio y evado la tristeza. ¿Cuándo? Pregúntenle a Azrael.

1 comentario:

Esteban Valesi dijo...

Maravilloso texto y todo lo que agregue, resta. El hilo de la emoción no se corta nunca. Se torna más grueso o más sutil, se enreda y hace un moño o se estira; pero insiste, enlazando una imágen detrás de otra, como las cuentas de un collar. Maravilloso texto y todo lo que agregue, resta.

Saludos.