lunes, 30 de marzo de 2009

Diario de un megalómano


Regresaba ayer antes de la medianoche a mi casa y cuando estaba por entrar, hallé junto a la puerta del edificio una botella de J&B. Llevaba en su interior varias servilletas de papel sucias con grasa (esas rectangulares de las pizzerías) y numeradas, dando vía libre a mi curiosidad destapé la botella y encontré escrito lo siguiente:

“Marzo 2009, Ciudad de Buenos Aires.

Quiero acapararlo todo. Quiero tomar el arco iris y manipularlo como un látigo de siete colas, enlazar a los dioses de la jerarquía y hacerlos estallar en mil posiciones horizontales. Quiero ir hasta un local de artículos electrónicos y reventar en chinches luminosas las pantallas de plasma.

La violencia me corrompe con el caminar sobre la senda peatonal y el murmullo de los peatones, sus visiones de un mundo previvido. De una estandarización colectiva, de un ejército de toros mecánicos arrasadores de savia. Veo a las plantas y los árboles estáticos, en silencio al ser rebanados. ¡Defiéndanse! Les grito, aguardando inocentemente que un Bárbol desentierre sus raíces y estrangule algún agente de la ley.

Necesito acapararlo todo. Hace muchos años, un viejo Maestro me dijo que Dios estaba dentro de cada uno de nosotros en forma de cristal que crece inmortal y perece, solamente, al igual que un elfo ante el arraigo de la tristeza. En contra de todos los pronósticos y revistas escolares, le creí. A partir de allí pensé que iba a dejar de buscar a la Divinidad, más otra vez humanamente errado estuve.

¿Acaso me estaré convirtiendo en un Caballero de armadura negra, desbordado por la búsqueda del Santo Grial, amanecido en la venganza, en la sed de sangre innata del guerrero? El sonido del tráfico silencia las luciérnagas y mi ira aumenta, las filas de termitas eléctricas desparraman líquido para frenos, tiñendo el asfalto de marrón oscuro. La sangre me hierve y en un ataque de confrontación con las usinas de energía onírica, quisiera cambiarlo todo.

El dios que llevo dentro ilumina el pecho y filtra tempera por mis uñas. Quiere volver al Big Bang y estallar el cordón de la vereda en un nuevo Universo. Esa omnipotencia creadora, ese manipular humus y dar forma a una acuosa cigota.

Camino entre un laberinto de huellas lumínicas, aguardando a mi redentor Teseo. El cristal corrupto de desesperanza, devora mis células, la pasividad consumista desempolva mi billetera, exprime gemidos con cada penetración del billete, con cada ticket de compra que talla mi cédula de identidad. Escupo sangre y más sangre frente a las vitrinas de las rebajas.

Voy a acapararlo todo. Voy a posar mi mano izquierda en el Polo Norte y la derecha en el Sur, y aplastar el planeta hasta concebir una milanesa de Tierra. Vamos a salirnos de la Vía Láctea y viajar por los confines del Universo.

Mi dios interno, el que no encuentro aún, me cachetea con las tres agujas del reloj y ríe. Me apura con el engaño, me arrastra con cadenas hasta ese cuadrado casi perfecto del monitor y me enseña el paraíso prometido. Desespero ante la insensibilidad y rapidez de los bits. Cartuchos de dinamita llevo atados con cinta, a los ligamentos de mis rodillas.

Ambivalentemente, el mamut omnipotente golpea con su frente mi esternón. Las servilletas se me caen de las manos. Debo numerarlas, no perder el ritmo de la marcha. Una voz machacando el inconsciente de la soledad, un soplete soldando libertad con semillas pero, ¿libertad de qué?...”

Después de leer las servilletas tiré la botella al tacho de basura verde, guardé el escrito en la mochila y subí a casa. Con el departamento iluminado por el resplandor de las luces callejeras, llené la pava con agua fría y una a una fui regando las plantas. Pasé la noche en vela, conversando con ellas.

2 comentarios:

sonnenheld dijo...

Qué es un poeta?
El que sueña en voz alta cuando ya no nos queda voz!
Seguí soñando que nos hace mucha falta.
Sonnenheld, regando las orquídeas de mi oficina.

Emiliano dijo...

Estamos haciendo el intento.
Sdos.-