martes, 29 de julio de 2008

Esfera

Pedía auxilio en silencio, entre tinieblas. Con pequeños pasos alcanzó la pared, sudorosa de mugre y grasa. Mucho frío. Pestilencia a cementerio. ¿Qué hacía allí? ¿Cómo había llegado? Ningún recuerdo, ningún camino de ida. Como el estallido de un sueño ese era su presente. Sus manos detectaron cortes en el vientre, sangre seca en los brazos y la ropa rasgada con saña. Fuerza en la búsqueda de un comienzo, de un recoveco memorioso que señale algún pasaje hasta allí.

Mientras, el sendero continuaba adelante aunque no hubiera un atrás. Con los brazos extendidos, tanteó el muro hasta que una abertura la hizo caer. Una tenue luz sin origen visible mostró lo que parecía un baño. O un calabozo con varias celdas con puertas de madera. Cubículos oscuros del tamaño de una persona. Pasillo sin fin.

¿Estuvo antes en la estación de tren? ¿En la fiesta de la mansión? El baño no era baño ni tampoco calabozo. No olía a orín ni castigo. El techo de madera amenazaba venirse encima. Puro silencio. El aroma de las flores secándose en los cementerios la narcotizaba. Pasos miedosos la llevaron por el medio de los cubículos. ¡Un hombre!, recordó que estaba buscando a un hombre.

Al momento divisó una sombra adentrándose a uno de los negros cuchitriles. Corrió hasta allí para ver una espalda gris. Tocó con el índice insistentemente, caótica de mudez. Ante la quietud de la respuesta dio media vuelta y otra sombra penetró otra abertura. De nuevo nada, ni con el dedo, ni con golpes, ni con el grito del silencio. Sólo lloraba socorro y buscaba a ese hombre. Otro cubículo y una espalda gris; repitiéndose incesantemente el fotograma con mayor rapidez sin obtener más ayuda que la reproducción de su desesperación.

Un aleteo pasó sobre ella, luego otro y así hasta multiplicarse en cientos. Ida y vuelta. Cada vez más cerca, raspando el cabello.

Las espaldas grises giraron dejando al descubierto rostros blancos. Rasgos demacrados supurando muerte comenzaron a rodearla. De todos lados salían, sin gemir, sin aullar; magnéticamente los colmillos despertaban.

Sus miembros se contrajeron. Se recostó en posición fetal sobre el piso, al instante que su corazón se desarmaba en luz. El brillo fue metástasis abriendo el esternón. La forma humana cedió ante la esfera radiante, que se expandió hasta arrasar por completo con las criaturas de la oscuridad y el lugar.



2 comentarios:

sonnenheld dijo...

Hay recuerdos de tortura y desaparición; no es la primera vez que pasamos por ello. La historia se repite de vida en vida aunque por suerte también hay vacaciónes kármicas!
Me gustan los giros poéticos, no sólo las imágenes sino el juego de la fonética. Muy bien diez.

Emiliano dijo...

¡Vacaciones karmicas! ¿dónde?
Abrazo.