jueves, 6 de marzo de 2008

ARMAGEDDON

Suena una canción en la radio, habla del fin. No hay edificios ni casas. Todo arrasado. Finalmente el hombre ha cumplido su objetivo y poca vida queda en planeta. Guerras y más guerras. Un apocalipsis de dinero sobrecargó el sistema hasta hacerlo estallar, con sus hamsters adentro. Religión, drogas, inseguridad científica y políticamente creada, abusos de poder, relaciones de fuerza, biblias de violadores; todo apretado en un tubo de cristal sulfatando las emociones.
Unos pocos sobrevivientes, sin palabras, con lengua, sin ideas, con latidos, sin ropa, con asombro, sin vergüenza, con ganas, sin, con, sin, con, sin, con….
Arden los cuerpos al calor de la radioactividad, refriegan las manos en los ojos, en la cara despertando al nuevo ser humano. No hay Dios conocido, no hay valor inventado, no hay poder creado, no hay fuerza construida. ¿Qué hay?
Quien fuera una geisha acaricia un miembro desnudo, estimulando una reacción, un renacimiento que no socavó la represión humana. Una pulsión primaria que no necesita palabras, erecta los vellos del cuerpo entero, células que reviven al contacto de piel con piel. Sin mediar discursos, atravesando los restos de la guerra; puntos G que se creían destruidos florecen cuando el amanecer más cerca está.
Límites inventados de carne y hueso, quebraron las ilusiones en tiempos pasados. Plagados de mentiras para opacar el placer original, el clímax del sobreviviente. Pero el invento de Dios pudo más. La mezcla de amor y pasión, la salvajía del no pensante condujo hasta la fe. La fe del goce, de la plenitud, del más allá de la forma, del más allá del orden podridamente inventado. Las mentiras caen. El tiempo desgarra las miserias de los que esconden.
Los nombres no sirven en esta tierra. Glandes y pezones repueblan el planeta. Hay un designio, una ley mayor y circular que escapa a rótulos, libros, rituales y cualquier expresión humana.
Se frotan los amores, en gritos extasiados, criaturas uniformes saltando de rama en rama, deseosos de más y más. Entre los escombros de una sociedad muerta, de una formación humana que se consumió en sus propias entrañas; sobrevivió el amor. Penetrando una y otra vez hímenes, refundando un sentido para la maduración del alma.
Vienen de acá, de allá y se unen. En volcán de goce, ese que nos trajo aquí. Dios mira, orbita desparramando su semen y da vida a nuevos mundos, nuevos seres, nuevas existencias, nuevas esperanzas de fe…. (continuará)

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