martes, 2 de octubre de 2007

Un sueño...



Su Padre alumbraba el nuevo día.. Con los rayos evaporaba las gotas del rocío nocturno. “Mañana su luz curará nuestras heridas” dijo uno. “¡Secando la lluvia que limpia la sangre de la batalla!” gritó otro y alzando sus armas, todos se ataron a un mismo aullido. Mientras el multitudinario ejército comenzaba la marcha. A paso cansino los miles de guerreros y criaturas pasaban entre los árboles. Los hombres ciervo llevaban la delantera, allanando el camino con sus arcos y flechas. Adonde él mirara, los distintos batallones avanzaban: lanceros, centauros, caballeros, lobos. No llevaba puesto los guantes. La yema de los dedos acariciaban las plumas de su montura. El pico dorado soltó un graznido de guerra, inflando el cuello y alejando a los soldados acompañantes. Arrogantemente irguió su cabeza, recorriendo con la vista el verde paisaje de la planicie. El lo calmó palpándole el pico. Rey en la tierra y rey en el cielo, el grifo estiró aún más su cuello en señal de lealtad.

Extenso y nervioso era el camino a recorrer. Para amenizarlo en comunión con el resto, sacó la lira de Apolo y comenzó a cantar. Estrofas pidiendo buena fortuna y valentía para la lucha entonaron todos juntos. Luego de varios minutos, el boca a boca llegó hasta allí, informando que debían ir más rápido. A la mitad del canto guardó la lira y sin decir palabra, ordenó al animal avanzar raudamente. Las patas de león tensaron los músculos, las alas airearon sus plumas para el despegue; y como un rayo entre los soldados que se corrían de su trayecto, la criatura tomó velocidad. Desgarrando el aire se elevó hasta las nubes como si fueran uno solo, con toda su fuerza las alas desplegaba llegando al frente del batallón. Bien alto sus filosos ojos detectaron al enemigo. Un amplio valle aguardaba a los adversarios para el encuentro.

El grifo acomodó sus extremidades plumíferas junto al cuerpo, iniciando el descenso. Una vez en tierra, el guerrero desmontó de su amigo. En un dinámico movimiento la bestia nuevamente volvió a despegar; solitaria. Un grito de infinito vacío pobló el lugar. De rodillas cayó al ver las alas perderse entre las nubes. Golpeando la tierra preguntó al pasado más antiguo, trayendo al presente la leyenda de la unión de por vida del humano y el grifo. El golpeteo metálico de los oponentes levantó su cabeza, aplomados en el horizonte avanzaban. Irguió su cuerpo aferrándose al mango de su espada. Lloró en soledad, escondido del sol. Dio media vuelta con el dolor del alejamiento como capa, caminando hacia donde los generales para recibir las órdenes de combate.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

En el tiempo de la creación de los seres míticos tenían los poetas la percepción de las cualidades anímicas de los seres. Así el grifo tiene patas de león y no de hormiga, cabeza de ágila y no de papagayo. Cada cualidad anímica es representada por un animal y cada animal no sólo representa una cualidad sino que por su existencia la posee. No es una metáfora, el águila ES magestuosa, el león es PODEROSAMENTE VALEROSO!
En el hombre podemos encontrar dichas cualidades incluso varias al mísmo tiempo, por ejemplo en el pensar es el hombre como el águila, en el sentir y respirar como el león y en la voluntad (y digestión) como el toro.
Pero da igual, hemos perdido la percepción y sólo nos queda el sueño.
Un abrazo. Gracias por el relato.

Emiliano dijo...

Lo más lindo de este relato es que fue un sueño que tuve, todo tal cual está escrito; salvo algunos detalles.
¡Abrazo draconiano!

CAM dijo...

Ya te lo dije, analizando freudianamente tu sueño, ese grifo era tu pito.