Una lágrima arranca
rieles azules y rojos
de las cavernas del cuerpo.
Un desierto azul
cuelga del techo.
Es el corazón vaciando
ríos de impotencia
al compás de la muerte
en carruaje amarillo.
El verde semilla
yace aún
en el cementerio.
Pura impotencia
encerrada en palabras.
Entre las costillas
un péndulo filoso
fabrica astillas.
No hay dolor
sólo prisión.
Es el animal
encerrado en el balcón
vigilando al límite del rencor.
Late obsesionado
escarbando libertad.
¿Hay tierra firme
o todo es mar?
Son las manos contraídas
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