lunes, 1 de diciembre de 2008

STALKER

¿Qué pedirías si tuvieras la posibilidad de que cualquier deseo te fuera concedido? Esta es una pregunta que transita al ser humano, desde que este existe. El poeta y cineasta ruso Andreí Tarkovsky no fue ajeno a este planteamiento e intentó canalizar su duda en el film Stalker (1979).
Cuando un artista nos conmueve hasta nuestras raíces más profundas, es un iluminado. El ruso, como buen poeta que fue y es, sus obras seguirán sembrándonos búsquedas, logra ubicarnos en tiempo y espacio en su mismo planteamiento y camino de exploración.
¿Pediría yo toda la plata del mundo, acostarme con la mujer que más me calienta o la paz mundial? Ante la tentación del todo la facilidad es tan fuerte, que reaccionamos con un reflejo de rápida satisfacción. Pero, insisto, ¿qué pediría realmente si todos mis deseos pudieran ser cumplidos? Más frío ya, sin pensar en mi subsistencia material o satisfacción carnal, seguramente no tendría la más mínima idea que pedir. La habitación de la película, la que puede cumplir todos tus deseos no es la meta de un camino. Al contrario, en ninguna parte del film los personajes piden que se cumplan sus demandas. La película indaga en algunos de los componentes esenciales y comunes de los seres humanos. La capacidad de desear infinitamente y la constante formación en la que estamos, son retratadas en Stalker con la meticulosidad de un orfebre y la sensibilidad de alguien que asume sus miedos más terroríficos.
La metáfora de los personajes principales, el Científico y el Escritor o la razón y la sensibilidad; muestra el enfrentamiento de dos de las fuerzas humanas más poderosas, combate que no sólo ocurre a nivel personal en cada uno de nosotros, sino que es una batalla viviente a nivel social y político desde que la humanidad existe.
En el medio de ellos dos está el Stalker. Un ser con una fe increíble y tan perseverante, que a pesar de todo cree en estos dos seres y los conduce al cuarto donde todo deseo puede ser satisfecho. El sabe que el cuarto no va a concederles absolutamente más nada que el comienzo de un camino de fe y búsqueda de la armonía. Sin embargo el trayecto hacia el cuarto, revela las más miserables y egoístas fibras humanas.
Ya hacia el final de la película, el Stalker al haber regresado sano y salvo junto al Científico y el Escritor, se hunde en el desasociego al ver como estos continúan sin tener fe. El Stalker se pregunta una y mil veces ¿por qué no tienen fe? ¿por qué quieren destruir la fe?
Tarkovsky es uno de esos iluminados que no tiene reparo, en representar en sus obras la búsqueda de la armonía, de la trascendencia que exceda lo carnal, la búsqueda de Dios pero no como orden regulador de nuestras acciones. Sino, Dios, el Alfa y Omega, la fuerza y energía que nos mueve y conforma a todos en un mismo ecosistema. El sufrimiento del Stalker, al sentir como el Científico y el Escritor no aúnan fuerzas para abrirse a esa fe, es la angustia que tiene el poeta, al percibir al mundo hundido en la desesperanza total. El poeta, el Stalker, el mismo Tarkovsky; son seres con la sensibilidad para transgredir los límites carnales y racionales, que nos impone la sociedad actual. Una de las claves que plantea el ruso, creo yo, es precisamente la unión de la razón (el Científico) y la sensibilidad (el Escritor) en pos de hallar en cada uno de nosotros esa armonía, ese Grial de luz que puede llegar a ser la llave de la trascendencia.
Recuerdo que de chico, una de las tantas explicaciones que me dieron sobre Dios, decía que Dios, como fuerza creadora, como energía terriblemente poderosa, se halla en cada uno de nosotros. Lejos de ser sus esclavos encarnados en cuerpos pecadores, somos pequeñas partículas constituyentes de esa inabarcable e indescriptible fuerza. Así como las estrellas orbitan e iluminan el cosmos, quizás nosotros orbitemos en una existencia que nos supera y escapa a todo lo imaginable racionalmente.
Una de las cosas que más me llamó la atención de la película, es la forma de moverse que deben tener las personas en La Zona, el lugar donde está ubicado El Cuarto que puede conceder lo que uno desee. En ese escenario selvático, donde sólo la naturaleza y los restos materiales de una gran construcción sobreviven, los que se animen a ir por allí deben moverse de manera curva, ya que mientras más derecho uno camina más riesgo asume. De hecho, los tres viajeros se desplazan en La Zona, atando una tela blanca a una tuerca y arrojándola hacia cualquier parte y hacia allí avanzan. Otro dato llamativo, es que todo lo que constituye La Zona, se pone en movimiento apenas alguien se adentra en ella. No se por qué, pero este desplazarse en La Zona y su automática transformación en y con movimiento, me hizo recordar al inconsciente. Su tiempo de instante presente, su pasado y futuro en constante movimiento, su andar no recto, circular capaz y al mismo tiempo, contenedor y formador de nuestra entera persona, creo yo de igual forma en lo racional como en lo emocional.
Por qué no sentir y pensar, que en ese "lugar" que es nuestro inconsciente, una semilla energética de lo que algunos denominamos Dios, fue plantada. ¿Encontráremos respuestas, más fuerza para nuestra fe, locura, deshazón, combustible para nuestra creatividad o quizás sea nuestra Zona con El Cuarto, para que nos transformemos en un Stalker?



2 comentarios:

Unknown dijo...

¿Te das cuenta? Con esta glosa, no me queda más alternativa que verla. Ahora mismo. Largar el trabajo, el estudio, los libros y verla.

No hay con qué darle, hermano: los rusos son grandes. Se meten con los interrogantes magnos. Cuando vi "Solaris" estuve carburando como una semana; tengo el pálpito de que esta otra peli producirá el mismo efecto. Acaso, mayor.

Abrazo!

Emiliano dijo...

Me alegro haberte inducido a esto querido colega.
Con la hoz, el martillo y el arte de los rusos, no nos para nadie.
Stalker me tocó hondo. Voy a volverla, lo necesito. En cuanto consiga más pelis del poeta Tarkovsky, te voy avisando.
Abrazo.-