lunes, 8 de diciembre de 2008

¡Mi camisa hawaiana dentro un tupper!



Uno no es materialista pero ama las cosas materiales con locura. Contradicciones sagradas del ser humano. El otro día discutía eso con una amiga y aunque no se le dije de frente, le doy la derecha. Quiero mis cosas materiales. Sea porque me costaron dinero (¡maldito dinero!), sea porque representan un “valor sentimental” o por cualquier otra mentira que el fetichismo me haga creer. Lo repito para que no queden dudas: ¡Amo a mis cosas materiales!

El tema es que yo venía tranquilo, luego de cenar en la casa de mi madre, había cocinado unas naturales y deliciosas berenjenas al horno, la cerveza hizo lo suyo alivianando mis neuronas; cuando de pronto dos figuras un poco más grandes que yo me interceptaron en la esquina de mi hogar.

Palabras más palabras menos, luego de preguntarme por la “hora” me pidieron de manera no muy amable un peso para el bondi, para luego devenir en la obligación de aportarles dinero (otra vez, maldito dinero) para tomar una “chicha fresca”. Les fui totalmente sincero; había salido sin la billetera y tampoco llevaba el celular, todo lo que tenía encima era una planta que me regaló mi vieja y un tupper que mi hermano se llevó de casa, con mi camisa hawaiana favorita dentro.

Los jóvenes me pidieron que les diera todo; ese “todo” me asustó en demasía porque no sabía el concepto de totalidad que ellos tenían. Intenté persuadirlos de que me sacaran lo poco que llevaba, argumentando que soy pro comunista, pro anarquista, pro derechos humanos y toda otra construcción ideológica que me situara de su lado y ubicara en la esquina contraria al sistema capitalista en el que vivimos. Pero esta demostración de mis ideales políticos y sociales, les chupo realmente un huevo y los muchachos en cuestión, que dicho sea de paso no se si tendrían entrenamiento pugilístico, pero sus puños sabían con certeza que hacer, asestaron sendos golpes al son del clásico uno-dos monzoniano en la boca de mi estómago.

Caí a la vereda y me acomodé en la misma forma que un feto se esconde en una ecografía, al instante una patada impactó en mi espalda acompañada de una apreciación hacia la vagina de la hermana que no tengo. Luego de eso, el tupper con mi camisa me fue arrebatado impunemente y los dos individuos salieron corriendo. A todo esto, la planta con su maceta sana y salva yacía a mis pies. Así es, que debo reconocer que me duele más haber perdido mi camisa hawaiana favorita (puro material, puro algodón, pura mercancía), que los golpes de boxeo que me suministraron estos merodeadores nocturnos. Lo que hace que me pregunte fervientemente ¿habrán estudiado estos muchachos el fetichismo de Marx?

4 comentarios:

Unknown dijo...

Lo único que se podría decir en favor de los muchachos es que al menos son ecuánimes respecto a quienes afectan. Les interesa lo mismo alguien con un tupper y camisa hawaiana que un tipo con un LandRover 4x4. Verdadero sentido de justicia en el que todos somos iguales ante la injusticia (valga la triangulancia).
Espero que estés bien! Las camisas hawaianas van y vienen... basta la salú! Abrazo

Emiliano dijo...

Es muy verdad lo del sentido de justicia frente a la injusticia, un gran pensamiento que está a la vista de todos.
Abrazo!!!

sonnenheld dijo...

Será suficiente para comenzar una doble vida a lo Bruce Wayne?
Un abrazo !

Emiliano dijo...

Eso es algo que siempre está latente.
Batiabrazo.-