lunes, 16 de junio de 2008

MANZANA VERDE

Presentaba su última novela cuando uno de los periodistas le preguntó, por qué todos sus libros tenían como temática principal el amor. El, de forma certeramente lacónica dijo “Voy a contarles un sueño que tuve hace unos días”.
El mar une y separa a los enamorados. Después del amor siempre viene el dolor, ¿es una ley de vida, un costo a pagar?
Hacía 21 años que no se veían. Las olas iban y venían, arrebatadas de espuma acariciaban la arena. El sol golpeaba las nubes, la resistencia era terrible; entre lluvia y arco iris se debatía el cielo. El estaba sentado sobre la cama de una plaza, la almohada blanca en la cabecera y la colcha encerrando las sábanas sin dejar escapar ninguna punta. El aroma a sal lo inspiraba a navegar nuevamente. Alejado de la organización y de todo lo que tuviera líneas rectas. Saltar mar adentro, dejando todo atrás y olvidar el comienzo. Tan lineal como mortal. Pero habían pasado dos décadas y sabía que ese era el momento.
Es increíble cuando uno escucha la vocecita interior, casi apagada, erosionando los miedos. Toda la fuerza de su ser atrincherada en sus rodillas, sujetándole las piernas a la arena. Clavándose en la cama, aguardando.
Primario y secundario juntos en el recreo del viejo colegio de Paternal. Ella con diez y el quince. El venía de la familia tipo, papá, mamá y un hermano. Ella sabía que sus padres habían desaparecido, pero su tío le tenía prohibido decirlo en ningún lugar. El siempre tuvo todo lo necesario para vivir en sociedad, comida, ropa y educación. Aunque siempre hubo un pozo. A ella le leía su tío, para aprender y luchar.

Ella no jugaba a la mancha, tampoco se escondía para salir corriendo a gritar piedra libre para todos. En el primer recreo él daba vueltas por el patio con sus compañeros, siguiéndolos por pura desidia. En el segundo, siguiendo vaya uno a saber que normativa, se la pasaba solo comiendo la fruta que la madre le ponía en la mochila. De manera simple e infalible, alejado de cualquier decisión humana como es el amor; se vieron por primera vez. El con una manzana verde, ella con el libro de “Alicia a través del espejo”.
No existe surrealismo o imprevisibilidad alguna para explicar porque se pusieron a charlar. El libro, la manzana, el espejo y el jugar a meterse en él, las burlas que él recibía por juntarse con “una nenita de primaria”. Nunca se vieron fuera de la escuela. Ella jamás invitó a nadie a la casa y tampoco iba a la de ningún compañero. El no insistía, aguardaba el recreo.
Llegó el acto de fin de año, himno nacional, distancia en filas de a diez y hasta el semestre que viene. Casi tres meses de espera para nada. El primer día de clase ella no apareció. El segundo tampoco y el tercero menos. Como nunca lo había hecho, pasó por la dirección a preguntarle a la Directora que había sido de ella. La docente le dijo que el tío la sacó de ahí, que se habían ido al exterior. La manzana llevaba una semana pudriéndose en la mochila, cuando su madre la encontró. Después de escuchar el alegato a favor del esfuerzo de sus padres, para tener una educación como Dios manda y un prolijo pasar, se encerró en su cuarto.
Veintiún años después la cama en la playa arremetía el encuentro. “Aquí podemos ensayar cientos de excusas para que ellos se reencontraran. Desde que él dejó de esperar y averiguó donde se había radicado ella con su tío; hasta que ella publicaba sus poesías en un blogspot y él, oh casualidad llegó al mismo para contactarse con ella. O simplemente ambos se tomaron en serio a Lewis Carrol y estallaron en miles de pedazos el espejo, atravesándolo. Pero no es eso lo que me interesa contar” dijo el novelista a su público.
Tan grande era el miedo, que la tentación del mar, de su profundo olvido ametrallaba sus treinta y seis años de existencia. Ella sabía cual era la playa. El había salido de las fronteras del país para buscarla. Ella sabía donde estaba la cama. El no tenía ni libro ni fruta alguna, sólo el rostro surcado de experiencias y pasiones de todas las tonalidades, y un alejamiento letal de cualquier garantía de triunfo. Ella tenía su pelo negro más largo y femenino, el guardapolvo estaba ajado como los libros viejos y el pantalón olía a manzanas verdes. Aunque el terror amenazaba desde el horizonte, con barcos llenos de piratas dispuestos a violar y matar, ellos deshicieron la cama entre ansias y juegos de mano.
Al finalizar el relato onírico, el escritor contestó una por una todas las preguntas, hasta dar por concluida la conferencia de prensa.

2 comentarios:

sonnenheld dijo...

"y un alejamiento letal de cualquier garantía de triunfo" me gustó mucho.

El sueño es la biografía de muchos que a pesar de las diferencias se encuentran en el común denominador de la soledad pero también de la esperanza. Muy bueno! Lo podría un poco mas sobre la lupa pero el sueño es muy sensible y certero.
Un beso

Emiliano dijo...

Mirá, detalles más, detalles menos así fue el sueño que tuve hace unas semanas. Por suerte mi mundo onírico sigue proveyéndome de ideas para relatar.
Abrazo grande.-