sábado, 3 de mayo de 2008

FULL (la chica del detergente azul)

Sólo y pensativo junto a los detergentes. En los estantes buscaba limpieza.

—¿Por qué te colgás viendo los detergentes?— le preguntó.

El no supo que responder, tampoco hizo esfuerzo para intentarlo. Continuó contemplando los lavavajillas multicolores. “Todos limpian igual” atacó. El la miró a sus ojos azules, bajó la mirada y por unos cinco segundos la arrinconó en el púrpura escote de la muchacha, pensando en la canción.

—¿Te gustan?

“Me encantan” le contestó, mientras tomaba un detergente azul. Ella se interpuso entre él y la góndola, le sacó el producto de limpieza y disparó directo al nervio óptico —Me gusta que me hablen mirándome a los ojos.

Imperativa hasta en la cama resultó ser.

Pasaron la noche juntos. Ella había aspirado unas cuantas líneas de coca, provocándole un ímpetu de amazona terriblemente excitante.

—El rock está muerto— suspiró ella cuando el segundo coito expiró. —La última revolución, si la podemos llamar así; fue el punk y murió hace 28 años.

El jugaba con las volutas de humo imaginarias del cigarrillo que no fumó. Para gracia de sus pulmones lo había dejado. Entre una de las fantaseadas pitadas contraatacó “Joe Strummer hizo tres discos fabulosos entre 1999 y 2003”. Ella le robó el cigarrillo y lo prendió. A él, el humo lo asqueaba aunque contradictoriamente el aroma a tabaco lo enamoraba. Un amor pasado, pisado; vieja vida de héroe tóxico.

—¡Como te gusta decir boludeces!— fraseó ella en la mitad de la tercera pitada. El sólo volvió a pensar en la canción.

Se volvieron a ver al día siguiente, al que le siguió y así diariamente hasta un quinto encuentro. Sin darse la mano caminaban por la avenida Cabildo, llegando a la esquina de Juramento. Termitas de personas salían de la boca del subte, subían y bajaban de los colectivos. Bolsas de marcas famosas llevaban como estandartes identificatorios.

—¡Cumplí un sueño!— exclamó ella. El hizo una mueca de estorbo, bordeando el asco al verse sumergido en la superpoblación de insectos devoradores.

—¡Soy famosa!— grito ella desplegando sus brazos y mirando al cielo. “¡Pelotuda!” agredió uno que sin querer recibió su manotazo. El la tomó de la cintura y la besó en la boca. “Te dije, soy famosa; no me vas a olvidar nunca” susurró ella apenas sus labios dejaron escapar la lengua. El solamente pensó en la canción.

Al sexto día ella lo cabalgaba guerreramente, como si fuera la reina Hipólita domando al Toro de Minos. El no quiso aspirar nada, siempre le impresionó y costó esa forma de alterarse. Pero lo hechizaba ver a su amazona preparar su ritual de corte, alineamiento y aspiración. El frenesí se multiplicaba y los cuerpos agradecían.

El jugaba con su pezón. Recorría la aureola marrón con su índice, encarnando en Teseo descubría sus senos. Embebía el dedo en la lengua de su reina y volvía a lubricar el pezón. El decidió preguntar y cuando estaba llegando al final de la pregunta, ella le cerró la boca; temerosa y ocultando parte de su ser, montó nuevamente al Minotauro.

El día siete él consiguió dos bicicletas. La cuadra en bajada de Federico Lacroze hasta Luis María Campos siempre fue temeraria.

—Hasta acá llego— musitó él.

—¡Te espero abajo!— se despidió ella.

El dio la vuelta, partió en sentido contrario al ruidoso tránsito, huyendo del 60 que la llevó por delante. Comenzó así su dura lucha contra el recuerdo, cantando la canción “…con lo que cuesta armar un full, armar algún puto full y jugarlo en este paño…”.

1 comentario:

CAM dijo...

el 60 es el caballo de los dioses. Se rumoreaba en la antigüedad que ellos protegían y custodiaban el mausoleo de Halicarnaso, una de las siete maravillas del mundo. Tras la ruina de este scaro monumento, se dirigieron hacia estas tierras, a demoler a todos los semidioses que encontraran. Limpieza divina de seres en tierras del Argentum.