miércoles, 17 de octubre de 2012

Chacarita desde el balcón





Dos árboles pelados, cadavéricos,
encorvándose lento sobre los techos plateados
absorven el humo blanco de las pocas chimeneas.

Los edificios más altos vigilan sin levantar persianas
y algunos esqueletos de las nuevas torres
van copiando el oficio.

Es lunes a media mañana
y a las antenas no les inmuta,
ni siquiera
a la que tiene forma de cruz.

Quizás, en las paredes de grietas enmasilladas
hayan ocultas las películas de viejos inquilinos,
quizás esa franja de pintura negra
corriendo quieta hacia el patio interno
sea un río de almas transparentes,
quizás, sólo a las hormigas
les llegue su aullido.

Cruzando el vacío,
junto a un tanque de agua,
tres enormes números de neón
son el fantasma de lo que ardieron.

Adelantándose al medio día
ladridos de balcones acompañan 
a un compañero muerto,
no será su destino
el rejunte de huesos custodiado 
por los muros de atrás del parque.

"¡No, no quiero eso!", pidió,
"Denme alas, cuatro patas
o hasta una razón humana,
pero nunca un entierro
o un archivo de olvido".
                                     

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