domingo, 10 de enero de 2010

Ocaso


Estela de luz naranja
del que parte,
vuelve
a algún lugar.
Nuevo vuelo
en la noche buscando
otro amanecer,
otro sol,
otro cuerpo.
Es un laberinto
de nubes de agua
y el salto al vacío
tan intenso y frío
como una luna de plata.
El niño muere,
en un sueño lo velan,
con respeto
al hombre celebran.
Una montaña viva
camina
con pies de hielo
hasta alcanzar,
lenta y constante
el nuevo día.
Modela una fe
que desista
de la vista.
Lloran al niño
y lo despiden
entre fuego por el mar.
Como siempre
el tiempo se deshizo,
desde el eco del Universo
la mano del ocaso
firme
amorosa
enteros nos deposita
en otro despertar.

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