martes, 24 de julio de 2007

Tío Robert: el primer rockstar


El lugar: Robinsonville, un pueblo aledaño al río Mississipi al sur de los Estados Unidos. La fecha: principios de 1930. Por ese tiempo existía un hombre llamado Robert Johnson, se calcula que tenía 24 años, ya que nunca se supo su fecha de nacimiento. Un pésimo guitarrista que pretendía, como la mayoría de los músicos de la zona tocar Blues. Practicaba y practicaba, sin que una nota decente le saliera. Hombre impaciente, ya cansado de ver que nada le daba resultado y apremiado por su ansiedad, fue en búsqueda de un viejo de la zona. El personaje en cuestión, un anciano que habitaba escondido en los pantanos del lugar, sabía de una leyenda de la que nadie se animaba a corroborar su veracidad. Johnson tenía una idea de lo que el vejete iba a contarle, pero necesitaba escuchar la historia completa. Cargó su guitarra al hombro y fue a su encuentro. Finalmente el octogenario le relató la leyenda. También le advirtió lo que podía pasar si se aventuraba en tal empresa, pero la maldita ansiedad pudo más.
Esa misma noche Johnson, siguiendo al pie de la letra la corroída fábula, se fue con su guitarra a un cruce de caminos. Media hora antes de la medianoche tocó sus horribles melodías. Constantemente durante treinta minutos, Robert trató fallidamente de tocar algo de Blues. A la hora exacta en que el nuevo día estaba comenzando, un hombre negro e inmenso hizo presencia en el lugar. Sin decir palabra le arrebató la guitarra al tembloroso Johnson y comenzó a tocar con ella. Nunca se supo que melodías practicó, sólo que Johnson aprendió de él. Estuvo un año desparecido y al retornó a su pueblo natal, su virtuosismo con la guitarra era fantástico. El Blues se trasladaba de sus dedos hacia las cuerdas y de allí, el ritmo captaba la atención de quien lo oyera. En ese tiempo esa música se bailaba y quien oyera al nuevo bluesero, parecía hacerlo de forma infernal.
Johnson se hizo famoso en la zona, varias décadas después otros grandes guitarristas como Eric Clapton o Keith Richards se encargarían de hacer conocer su música y leyenda al mundo. Johnson grabó únicamente, de manera muy precaria en un hotel perdido en Texas, 41 canciones (algunas eran la misma en dos versiones distintas). Sólo fueron él y su inseparable compañera, los que participaron de la grabación de los temas. Sus letras eran muy imaginativas, algo extraño para la época. Dramáticas al relatar el sufrimiento de los torturados negros al trabajar en los campos de algodón, para el hombre blanco; pasando por las historias de la mujer que engaña al hombre vilmente (el mundo era más machista en esa época que en la actualidad) hasta llegar al tono existencialista, en por ejemplo “Hell hound on my trail”, algo así como “Cancerbero detrás mío”. Qué en esos años, alguien cantara sobre el perro de tres cabezas que custodia las puertas del infierno era inédito. No se hizo rico, pero consiguió que muchas mujeres pasaran entre sus piernas, un tesoro más que valorado para él. Casadas, solteras, viudas, jóvenes y mayores; todas caían rendidas ante Robert. De él solo se conserva la grabación antes mencionada, dos fotos y una confusa biografía que dice que murió misteriosamente a los 27 años de edad. Algunos dicen que volvió a desaparecer y otros que fue asesinado con veneno para ratas por un furioso marido, cansado de portar cuernos en su cabeza. Luego de eso nunca se supo más nada de Robert Johnson.
Hoy día Eric Clapton sacó dos discos tocando sus canciones. Piezas como “Me and the Devil Blues (El blues del Diablo y Yo)”, “Little Queen of spades (Pequeña Reina de picas) y “When you got a good friend (Cuando tiene un buen amigo)”, siguen llegando a nuestros cuerpos. En la actualidad si se recorre esas disquerias perdidas del centro o en Parque Rivadavia, puede conseguirse el disco de Johnson. Es altamente recomendable.
Para agregarle más sabor a la leyenda de nuestro querido Tío, se dice que cuando Keith Richards escuchó al blusero oriundo del Mississipi por primera vez, dijo: “¿Quién es ese?”. “Robert Johnson” le contestaron. “Si, pero... ¿quién es el otro tipo que toca con él?”.

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