martes, 2 de noviembre de 2010

Día de Muertos

Para la tradición judeo-católica resulta casi herético que algunas culturas celebren hoy el Día de Muertos. A los que fuimos criados en esta tradición nos enseñaron que la muerte es mala, que la muerte duele, casi que la muerte es el peor de los castigos. Así nos alejaron del enfrentamiento con nuestra angustia existencial, esa que desde una visión psiconanalítica implica asumir que tenemos la capacidad innata e infinita de desear, pero que dicha infinita capacidad choca con nuestra finita existencia. Resultado: nunca estaremos completos, siempre desearemos más y más, siempre necesitaremos (o sentiremos que necesitaremos más) y nunca lo alcanzaremos por completo.

De niños y adolescentes la mayoría nos sentimos inmortales, los reyes del mundo. Luego, se muere una mascota y nos encontramos cara a cara con ella, tiempo después se nos va ("se nos va", a nosotros, egoismo puro, no se va él/ella, "se nos va") un ser querido y la cosa se pone más heavy aún. Pasamos nuestra adolescencia, nos convertimos en hombres/mujeres y comenzamos a enfrentarnos con nuestra propia muerte. Algunos comenzamos a asumir nuestra finitud, el miedo, el desconcierto y el dolor que eso nos provoca. Y me quedo con el desconcierto. Con el desconcierto de no saber que carajos hay del otro lado, si hay un otro lado, si hay algo, si esta existencia es todo, si hay algo llamado karma, si hay reencarnación o lo que fuere. Como algo instintivo tememos a lo desconocido y lo que acontece luego del último adios es eso: desconocimiento e incertidumbre. Porque por más que todas las culturas y distintas sociedades que han poblado la Tierra, intentaron dar cuenta de qué es lo que hay luego de la muerte, ninguna lo ha logrado. Lo único que han conseguido ha sido elaborar distintas creencias que no tienen más raíz que la construcción social. Queda así a mi entender, en la subjetividad y sensibilidad de cada uno creer o sentir lo que quiera sentir y creer.

En nuestra construcción social, o por lo menos los que hemos sido criados bajo la égida judeo-católica la muerte aparece como un gran dolor, la pérdida de las pérdidas, la desaparición completa de este mundo. Sin embargo la otra cara de la moneda, es la idea de un paraiso eterno, de un más allá de paz y placer que nos prometen luego de esa desaparaición física. ¿Por qué no vivir esa paz y placer ahora, aquí y ahora en vez de aguardar a llegar a "la otra vida"? Menos mal que morimos, menos mal que dejamos de existir, la sola idea de eternidad en cualquier circunstancia me aterra, hasta esa de la "vida eterna".

La muerte no duele, la muerte no asusta, la muerte no mata. Duele cuando un ser querido se va (quien sabe donde), asusta esa crianza que nos dieron, mata el no enfrentar nuestra angustia existencial y aceptar nuestra finitud, mata nuestra creatividad para existir, y la posibilidad de ser la vida misma.

Nos enseñaron que la muerte es distinta del nacimiento, que es el fin de la vida. ¿Quien sabe si es el fin o el comienzo? nacimiento, muerte y vida son lo mismo. Las distinciones son meras construcciones sociales que internalizamos a lo largo de nuestra existencia. El dolor del alejamiento de un ser querido nunca vamos a dejar de sentirlo, es nuestro, como lo será el de los otros cuando nos toque partir, quien sabe hacia donde....

Hoy 2 de noviembre muchos celebran el Día de Muertos y a muchos les parece una locura. Siempre me gustó la locura, bienvenida sea la locura y la celebración por la vida.

El más hermoso de los poetas dice:

Quiero dormir un rato,

un rato, un minuto, un siglo;

pero que todos sepan que no he muerto;

que haya un establo de oro en mis labios;

que soy un pequeño amigo del viento Oeste;

que soy la sombra inmensa de mis lágrimas.

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