martes, 3 de agosto de 2010

Conversión

Estaba sentado alrededor de una mesa con tres amigos: dos hombres y una mujer. Los tres eran vampiros. Mientras conversábamos, ella una rubia de cabello ondulado y ojos verdes, me miró de reojo engatusándome hasta hipnotizarme y olvidarme de lo que hablábamos. Agarró mi mano derecha, suavemente acarició la palma, después de unos minutos estiró sus mimos hasta la muñeca y con la mirada fija me preguntó ¿Querés? Le respondí que sí, entonces apretó con fuerza sobrehumana mi muñeca hasta marcar las venas azules. Latían agigantadas, como ríos de sangre entubados corriendo velozmente.

Un muro invisible partió al medio la mesa, de un lado quedaron mis dos amigos, del otro ella y yo. Excitados como animales en celo intercambiamos miradas; quería sacarme la ropa, convertirme en un león desenfrenado y arrojarme sobre ella. Mientras, ella sostenía mi mano y abría su boca desplegando dos colmillos, con la suavidad de una bailarina los hincó en mi muñeca. Sentí el pequeño desgarro de la piel, el lento drenado de las venas. Sin provocarme dolor succionó despacio hasta acabar y provocar el encuentro de dos orgasmos. Mi vista se nubló, si no me desplomé fue porque ella me sostuvo fuertemente. Me miró con los colmillos goteando sangre, sonrió y me soltó. Todo me daba vueltas.

Tomó mi otra mano para apoyarla en mi corazón. Sentí como se apaga susurró mientras serpientes eléctricas escapaban por mis pies. Me sentí vacío y vigoroso a la vez, quise decirle algo y no me dejó, movió mi mano hasta mi cara mientras decía Mirá que frío estás. Vi mi piel empalidecer sin perder la fuerza. Me puse de pie con la potencia de la inmortalidad, ciego de hambre; ella alejó sus manos de mí y las pegó contra su pecho. Subió las piernas a la silla y se hizo bolita. Acaricié su rostro mientras la miraba con ternura, iba a decirle algo pero me ganó de mano, con la mirada sombría dijo Estoy triste…


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