domingo, 11 de noviembre de 2007

BICICLETAS


Viajó en el tiempo. Contento como cuando tenía ocho años y la primera bicicleta sintió la fuerza de sus piernas. Pocas cuadras eran hasta la estación de tren.
Mucho frió chupó en esas mañanas oscuras de invierno, la Tierra no estaba tan deprimida y la temperatura bajo cero era más extensa. Los ojos se abrían con el agua congelada, la mano pasaba pero no era una caricia, sostenía el peine que ordenaba el cabello. De niño, de adolescente y así hasta el exilio del adulto.
De vuelta al presente, sumaban ochenta y un años, sin embargo las veredas parecían inmortales y las lágrimas se despedían en la alcantarilla. Visera para el sol, campera para el viento; libertad para la ternura del encuentro.
Algunas palabras podían sonar vacías, para disimular cierta ignorancia del dolor causado. Pero el corazón de amor los unía. La verja del extremo estaba cerrada, en el andén pocos aguardaban el tren. Por la rampa subió la bicicleta, con los ojos rugosos cuidando detrás. El viaje era ese tiempo, esos años que parecieron perdidos y que ningún fantasma puede contar.

Lejos de la trampa, ya no se desangraban. No hubo oraciones para demostrar nada, ínfimo contacto físico, una abrazo, un beso; pero la energía envolvía. Arrancada del baúl que estallaba en las vías, la paz era luz. Rió al ver que el primer vagón quedó a varios pasos de donde estaban, corrió con la bicicleta para subirla, para volver a la actualidad. Nuevamente rió cuando las puertas cerraron el viaje. El tren se alejó, la ternura los encendió.










1 comentario:

despejada dijo...

Lo he dicho muchas veces, pero es hermoso que el agua corra, que ellos se den cuenta...
Es hermoso lo que estas viviendo con él, a mi me encantaría poder lograr algo asi...
Te quiero...