En el escenario como en la ciudad,
el monólogo precede a la muerte.
Todo rebelde, con el mismo movimiento
que le alza contra el opresor,
aboga en favor de la vida,
se compromete a luchar
contra la servidumbre,la mentira y el terror
y afirma, durante el tiempo de un relámpago,
que estos tres azotes hacen que reine
el silencio entre los hombres,
oscurecen a los unos para los otros,
y les impiden que se encuentren
en el único valor que puede salvarlos del nihilismo:
la larga complicidad de los hombres
en lucha con su destino.
“El hombre rebelde”, Albert Camus
Escribir, nada más. Como un vómito de las entrañas
del alma, como un relámpago nacido de lo hondo de la sangre, de la
batalla con el duende; es cómo la búsqueda del hogar del viajero
desarraigado que luego de haber visitado ciudades y pueblos, de ver
como el mar se estrella en la montaña, entiende, siente, que la tierra
es uno, que la voz arrastrada desde la infancia en lágrimas se la
devoró el foso de los tiempos. Entonces, el viajero acepta que el
hogar es el presente, la tierra prometida que muere a cada instante y
nos hace revivir hasta alcanzar esa última muerte que se demora.
Escribir, nada más. Escribirte estas líneas que tal
vez hoy, nunca, no lo sé, te lleguen y aniden en tu vientre. Tal vez
sólo en mi fantasía y por hoy, con eso me basta. Escribir, nada
más. Ser estas letras, oraciones, imágenes que no buscan
comprensión sino ser puente para llegar a alguien dando vueltas en
la calle, al río, a la costa, al árbol deshojándose, al gato
tomando sol en la medianera, al demonio que tiene una habitación
encallada entre mi cuello y corazón; para llegar a ese ser que amo,
que partió sin cuerpo a quién sabe dónde y ojalá, espero,
cualquiera sea su forma o consistencia, en un sueño me diga que mi
carta le llegó y así una caricia me devuelva.
Escribir, nada más. Lo que el cuerpo es, siente, toca,
vive, lo que mi orgasmo llora y ríe. Escribir, nada más. Jugando a
ser el monstruo de Frankenstein que yira por tierras nórdicas, jugando a ser un Prometeo que trae
el fuego de los fuegos para que todo arda hasta encontrar el mar, la
paz, la calma profunda, la plenitud y luego, de nuevo, escribir, nada
más.