La habitación permanece estática, con sus paredes de color ocre y marcos negros, pero la cama del medio se agranda a medida que todos entran y suben a ella. Hombres y mujeres ingresan sin parar, más y cada vez más, con pelos de todos colores y ropas de distintas formas. Hablan ininterrumpidamente, trato de escuchar que dicen pero todas las voces engoman en una masa etérea. Agujereo los textos para cazar oraciones y descubro frases al revés, inconexos sentidos que desmembranan en letras negras que dan vueltas como colgadas de un hilo del techo. Suben y bajan de la cama ¿Cuántos somos?
Entonces, entre todas las caras, como cuando se detiene el tiempo, una redonda, latiendo un rosado tenue que nace en sus mejillas; ella me mira, cuelga el pelo rubio por su contorno, la miro, nos miramos. Se acerca y me regala un comic de Silver Surfer. Entre toda la locura de la gente voy pasando las hojas, sin prestar atención a los globitos que tienen las letras borradas, como si la hoja estuviera mojada. Páginas adentro, aparece en la historia Nova, su pelo de fuego ocupa casi toda la hoja.
Y aquí comienza la gran aventura. Como si hubieran cumplido un tiempo, los de arriba de la cama van descendiendo y desapareciendo por la puerta del cuarto, hasta que la primera vuelve a su tamaño original y la segunda se cierra, dejándonos a ella y a mí solos por completo con la historieta. Ella y yo, vamos y venimos del comic hacia la cama y la pieza. Nuestros cuerpos por un momento son de plata y relucientes como los protagonistas de las viñetas y sin tocarnos, volamos por el espacio esquivando planetas y cometas. De nuevo en la habitación ocre y las sábanas blancas, las páginas van pasando por mi mano. Silver Surfer y Nova se salen de sus cuerpos plateados, el escenario cambia y todo es azufre y volcanes a montones que erupcionan cubriendo de rojo el cielo.
De nuevo al interior del comic y ella y yo somos cuerpos de lava y piedra derretida en constante movimiento. De rojo llameante y negro lucimos. Nuestra piel viva se mueve loca cambiando de textura pero conservando las formas de hombre y mujer. No hay estrellas a nuestro alrededor, sólo un planeta ardiendo, testigo y escenario de nuestra unión.
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