viernes, 30 de octubre de 2009

El Bar de los Recuerdos

Escapábase por la mesa del bar
ese en el que tantas veces
supo anidar.

Es el bar de los recuerdos vivientes
su figura se mueve como una serpiente.

Trepa por las teclas del celular
enviando un mensaje
cabizbajo por no poderla tocar.

Es el bar de los recuerdos curiosos
de las aceitunas sólo nos quedan los carozos.

Pena por whisky su trabajo
oficina de prisión urbana
sigamos a Alfonsina mar abajo.

Es el bar de los recuerdos cruzados
donde no aparecen esos que amamos.

La televisión roba atención del cuaderno
éxito de la libertad de consumo
como toda creación nada es eterno.

Es el bar de los recuerdos efímeros
donde finalmente renacen los heridos.

lunes, 26 de octubre de 2009

Avestruz volador


Volaba en la lluvia
nocturna, salvaje, purificante...

Con la luna robada
sin aire en las alas
divisó un balcón
y la ventana atravesó.

Cuarto oscuro
deseo diurno.
Su mentón apoyó
en el techo del cuerpo desnudo.

Dulce y agotado arremolinó
el cabello en cama de dos.
Volaron a otra dimensión
hasta que salió el sol.

Los primeros cantos
anunciaron el adiós.
Cuarto vacío
deseo fundido.

Carta para una
en espejo de pluma.
Mensaje de avestruz
escrito en tinta de luz.

jueves, 22 de octubre de 2009

Pez

Ella nada desnuda de un lado al otro en el agua verdosa y grumosa. Es una estatua blanca que silenciosa brilla en medio del pantano. Arranco una liana gruesa de un árbol y latigueo el agua. Sin carnada me aventuro al misterio del fondo del río y aguardo paciente como todo pescador. Una y otra vez saco y vuelvo a tirar la liana sin ni siquiera rozarla, a ella que pasea su cuerpo de mármol de aquí para allá. Entonces cuando más desatento estoy, violenta la liana se hunde tensando los músculos de mi brazo. Doy pelea y tiro hacia atrás, como un cohete atraviesa la superficie un pez de color verde amarronado. Contornea espasmódico en el aire su enorme cuerpo de placas prehistóricas. Cae arrastrándome hasta el borde de la costa. Ella, muda y radiante ni nos mira.

Varios tirones y minutos de pelea, y el pez cae atontado en la tierra. Para llegar al instante fatal lo tomo de la cola y varias veces doy su cabeza con todas mis fuerzas contra la baranda de un balcón. El pantano desviste en bosque, ella se derrite y las flores comienzan a brotar.

Encuentro una tabla de planchar con una plancha caliente y preguntándome “¿Adonde voy ahora?” plancho el pescado. Aliso su cuerpo mansamente y las placas rocosas se vuelven naranjas escamas. Con la tarea doméstica cumplida me pongo el nuevo traje y me arrojo al río.


jueves, 15 de octubre de 2009

El río es sol

Del árbol caímos
con piel de limón
de oro teñimos
los ojos del río.

Enlazados en burbujas
nos perdimos en la corriente
quizás en algas iridiscentes
se diluya nuestra frente.

Una esperanza
divina de amar
el agua profunda
nos ha de regalar.

En cambios de marea
abandonamos la memoria
y burlando pescadores
coagulamos en soles.

lunes, 5 de octubre de 2009

Sándwich de mortadela


Que el tipo estaba empecinado en sufrir. Y se imaginaba cómo el reloj del colectivo giraba sus agujas hacia atrás y entre otros pensamientos, visualizaba un cuento con números de protagonistas donde las matemáticas un día fallaran y al sumar 2 + 2 la calculadora diera 5. Todo para hacer más ameno el hoy que al fin al cabo era lo único que le importaba. Al lado le hablaban, atrás hablaban, pero las oraciones le entraban por un oído, cargaban nafta en el hipotálamo y salían por el otro. Lamentablemente, rápidas y vertiginosas las oraciones derraparon y se estrellaron contra la ventanilla del ómnibus.

En este caso el peatón fue el culpable (o el tipo que para el caso es lo mismo) ya que éste no se corrió del camino cuando las oraciones a una peligrosa velocidad exclamaron “¡A veces perdemos tanto tiempo enojados que nos olvidamos de ser felices!”. El tipo en cuestión, alguien común como vos, yo o la que con pies fríos pisa una lápida y se aleja en un espiral de luz; bramó “¡Joder! Que entre esa reflexión y mis ganas de saltar por la ventanilla ahora quiero convertirme en un sándwich de mortadela…”. Y un hada de arena de esas que leen la piel y cumplen deseos que iba en el asiento de adelante, lo tocó con su varita mágica. Eso sí, no lo convirtió en cualquier sándwich sino en uno de mortadela de pura sangre, con varios Grandes Premios encima que hoy descansan en alguna biblioteca de la vieja Babel.


domingo, 4 de octubre de 2009

Detrás del sol

Cansado de sentir, palpitando un poco de aire entre poesías y canciones; una leyenda escuchó: “Cuando quieras esconder algo, ocúltaselo al sol”.

Armó un globo aerostático con cientos de bolsas para residuo, lo ató a un cajón de mudanza que encontró en la calle y se elevó en medio de la noche, superando las nubes; las luces de la ciudad se perdían en hogueras artificiales.

Las palabras sirven para ocultar y en su viaje en globo yacía la verdad. La búsqueda, quizás, del calor. Un intento de preguntarle a la Creación por la receta de la alquimia mágica. No le interesaba convertir el plomo en oro o vivir eternamente encerrado en piel y huesos. Pero si la voluntad. Sí encontrar la primera llama de todas las almas. Quemar con esa alquimia las envidias y rencores que lo consumían. El egoísmo tan cancerígeno que se contagia con una puñalada por la espalda o arrojando a la basura un plato de comida.

La voluntad. La misma que lo llevo a fabricar el globo que lo conducía hacia la estratósfera. La misma que dilapidaba en quejas, sentado en una mecedora. Junto a ella ubicaba la escopeta de doble caño y hubiera sido tan sencillo dar por tierra con la voluntad, con silenciadores perdigones.

Pensó en regresar y buscarla. Pero el viento dominaba el rumbo, escapándose el destino de sus manos. A tal punto lo enfermó la inmanejabilidad de la situación, que batió sus manos con la velocidad de un alguacil, pidiendo desesperado a las águilas vigías que picaran el globo.

Se preguntó por la espalda de Dios, si está detrás del sol. Si puede encarnar nuevamente desde ahí. Si se encuentra detrás del sol el secreto, la fórmula para no estancarse, para crear con las distintas fuerzas de la naturaleza, para alquimizar o transmutar las dolorosas emociones en sanas.

***

El final (y el comienzo) tiene que ser la pregunta sobre lo que se pierde al elegir esa responsabilidad, la del creador, la del poeta que va hacia lo que vendrá. El que se lo tiene que imaginar, dejarse ser tomado por la musa, por la creación, por la luz y quizás después viajar por el Universo sobre un hilo que el Sol suelte…