sábado, 28 de febrero de 2009

Ritual

El Gran Ojo nos mira
nos vigila
¿nos cuida?

Perseguidos actuamos paranoicos
de pecados neuróticos
el progreso nos hizo
circuitos icónicos

¿Cuando abandonamos
el ritual?
¿Adonde enterramos la comunión?
la Gran Fogata debemos
develar para purgar

miércoles, 25 de febrero de 2009

lunes, 23 de febrero de 2009

Los Tres Mosqueteros




Sigmund Freud














Jacques Lacan

















Maurice Merleau-Ponty







Surreal e histórico instante en que el Cuarto es reclutado

miércoles, 18 de febrero de 2009

Cuadro nuevo

Un detergente azul
el pañal, cagado
me gusta mi destornillador
by the way, more ice please
al igual que Vincent Vega
pero sin Uma Thurman
casi que siento el twist
pero soy tan malo para bailar
como para amar
quizás, sí y sólo sí
tapara los acentos
disimulara un poco más
o me convirtiera en actor momentáneo
una melodía
a fucking song
me saca del letargo
traspaso la superficie y
bang, bang
no más idiomas
sólo onomatopeyas
tan universales como lisérgicas
tal vez fuera Batman
a mis doce años
encuadres en diagonal
lenguaje en imágenes
¿revuelto gramajo?
no, frutas para mí
lento sí
decidido también
sí, definitivamente son las rabas
alienadas con las papas
las que desbordan del plato
casi como de ciencia ficción
el libro se abre sólo
despliega sus patitas de insecto
camina hasta el balcón
Welcome back! said the Ficus
y siente todo el aire para él
nadie grita ¡Es un aladelta!
es de madrugada y muchos duermen
salvo los duendes
y yo
madness, yes, sweet madness
Fornication
Under
Christian
King
mentira etimológica
madness, yes, sweet madness
i´m free
la felicidad ha vuelto a visitarme.



martes, 17 de febrero de 2009

EN QUE CREO

Por James Ballard

Creo en el poder de la imaginación para rehacer el mundo, liberar la verdad que hay en nosotros, alejar la noche, trascender la muerte, encantar las autopistas, congraciarnos con los pájaros y asegurarnos los secretos de los locos.

Creo en mis propias obsesiones, en la belleza de un choque de autos, en la paz del bosque sumergido, en la excitación de una playa de vacaciones desierta, en la elegancia de los cementerios de automóviles, en el misterio de los estacionamientos de varios pisos, en la poesía de los hoteles abandonados.

Creo en las pistas de aterrizaje olvidadas de Wake Island, señalando a los Pacíficos de nuestras imaginaciones.

Creo en la belleza misteriosa de Margaret Thatcher, en el arco de sus fosas nasales y el borde de su labio inferior; en la melancolía de los conscriptos argentinos heridos; en las sonrisas perturbadas de los empleados de estaciones de servicio; en mi sueño sobre Margaret Thatcher acariciada por ese joven soldado argentino en un motel olvidado, observados por un empleado de estación de servicio tuberculoso.

Creo en la belleza de todas las mujeres, en la perfidia de sus fantasías, tan cerca de mi corazón; en la unión de sus cuerpos desencantados con los rieles de cromo de las góndolas de supermercado; en su cálida tolerancia de mis propias perversiones.

Creo en la muerte del mañana, en el acabamiento del tiempo, en la búsqueda de un tiempo nuevo en las sonrisas de las mozas de los bares de las rutas y en los ojos cansados de los controladores de tráfico aéreo en aeropuertos fuera de temporada.

Creo en los órganos genitales de los grandes hombres y mujeres, en las posturas corporales de Ronald Reagan, Margaret Thatcher y la Princesa Diana, en el suave olor que emana de sus labios cuando miran a las cámaras del mundo entero.

Creo en la locura, en la verdad de lo inexplicable, en el sentido común de las piedras, en la demencia de las flores, en la enfermedad reservada para la raza humana por los astronautas del Apolo.

No creo en nada.

Creo en Max Ernst, Delvaux, Dalí, Tiziano, Goya, Leonardo, Vermeer, de Chirico, Magritte, Redon, Durero, Tanguy, el Facteur Cheval, las torres Watts, Bocklin, Francis Bacon, y en todos los artistas invisibles dentro de las instituciones psiquiátricas del mundo.

Creo en la imposibilidad de la existencia, en el humor de las montañas, en lo absurdo del electromagnetismo, en la farsa de la geometría, en la crueldad de la aritmética, en las intenciones asesinas de la lógica.

Creo en las adolescentes, en la corrupción que hay en ellas sólo por la postura de sus piernas, en la pureza de sus cuerpos desaliñados, en los rastros que sus partes pudendas dejan en los baños de moteles miserables.

Creo en el vuelo, en la belleza del ala, y en la belleza de todo lo que alguna vez haya volado, en la piedra arrojada por un niño pequeño que lleva en sí misma la sabiduría de los estadistas y de las parteras.

Creo en la amabilidad del bisturí, en la geometría sin límites de la pantalla de cine, en el universo oculto dentro de los supermercados, en la soledad del sol, en la locuacidad de los planetas, en la redundancia de nosotros mismos, en la inexistencia del universo y el aburrimiento del átomo.

Creo en la luz que arrojan las videograbadoras en las vidrieras de las grandes tiendas, en la agudeza de las parrillas de los radiadores en los salones de venta de automóviles, en la elegancia de las manchas de aceite sobre las barquillas de los motores de los 747 estacionados en las pistas de los aeropuertos.

Creo en la no existencia del pasado, en la muerte del futuro, y en las infinitas posibilidades del presente.

Creo en el desarreglo de los sentidos: en Rimbaud, William Burroughs, Huysmans, Genet, Celine, Swift, Defoe, Carroll, Coleridge, Kafka.

Creo en los diseñadores de las Pirámides, el Empire State, el bunker del Fuhrer en Berlín, las pistas de aterrizaje de Wake Island.

Creo en la fragancia del cuerpo de la Princesa Diana.

Creo en los próximos cinco minutos.

Creo en la historia de mis pies.

Creo en las migrañas, el aburrimiento de las tardes, el temor a los calendarios, la traición de los relojes.

Creo en la ansiedad, la psicosis y la desesperanza.

Creo en las perversiones, en el amor obsesivo por los árboles, las princesas, los primeros ministros, las estaciones de servicio abandonadas (más bellas que el Taj Mahal), las nubes y los pájaros.

Creo en la muerte de las emociones y el triunfo de la imaginación.

Creo en Tokio, Benidorm, La Grande Motte, Wake Island, Eniwetok, Dealey

Plaza.

Creo en el alcoholismo, las enfermedades venéreas, la fiebre y el agotamiento.

Creo en el dolor.

Creo en la desesperanza.

Creo en todos los niños.

Creo en mapas, diagramas, códigos, juegos de ajedrez, rompecabezas, tableros de horarios de vuelos, carteles indicadores de los aeropuertos.

Creo en todas las excusas.

Creo en todas las razones.

Creo en todas las alucinaciones.

Creo en toda la rabia.

Creo en todas las mitologías, recuerdos, mentiras, fantasías y evasiones.

Creo en el misterio y la melancolía de una mano, en la amabilidad de los árboles, en la sabiduría de la luz.


Traducción: Claudia Kozak


TEXTO EXTRAIDO DE LA REVISTA ARTEFACTO

jueves, 12 de febrero de 2009

¿Hacia dónde?

Parece una caminata
parece un vuelo
parece un bogar
¿hacia dónde?

Leo a Lorca
escucho un Blues
veo a Tarkovsky
¿hacia dónde?

Corro con mi perro
brindo con mis amigos
río con mi hermano
¿hacia dónde?

Tengo mi tv
tego mi alcohol
tengo mi aguja
¿hacia dónde?

Sin embargo no me crean nada
estas palabras ocultan más
no soy yo quien habla
¿hacia dónde?

Secretos y mentiras























"Gente nace y gente muere cada día,

los demás nos limitamos a estorbar
y jugamos a secretos y mentiras..."

martes, 10 de febrero de 2009

Llamado a la solidaridad

SE NECESITAN DONANTES DE SANGRE ESPARTANA

lunes, 9 de febrero de 2009

EL VIAJERO MENTAL de William Blake


He viajado a través de un país de hombres,

un país de hombres y también de mujeres,

y he oído y visto tan horrendas cosas

como nunca los caminantes de la fría Tierra han conocido.


Porque allí nace en la alegría el niño

que en el atroz dolor fue concebido,

tal como en la alegría cosechamos el fruto

que fue sembrado en lágrimas amargas.


Y si el recién nacido es un varón,

es entregado a una mujer anciana

que lo clava tendido en una roca

y en copas de oro coge sus lamentos.


Con espinas de hierro cierne su cabeza,

y agujerea sus pies y sus manos,

corta su corazón y lo desprende

para hacerle sentir calor y frío.


Sus dedos enumeran cada nervio

como un avaro contando su oro,

y de lamentos y gritos se nutre,

y él envejece, y ella se hace joven.


Hasta que convertido en un joven sangriento,

y ella mudada en espléndida virgen,

destroza sus cadenas, y la amarra

a ella a la Tierra para su placer.


LOS DIAS ANCIANOS


Se planta él mismo en los nervios de ella

como un labriego planta en su terreno,

y ella se convierte en su morada

y en jardín que le rinde setenta veces frutos.


Pronto se torna envejecida sombra

vagando alrededor de una cabaña terrestre,

llena de pedrerías y de oro

que ganó su trabajo.


Y éstas son las pedrerías del alma humana,

los rubíes y las perlas de un ojo enfermo de amor,

el oro innumerable del corazón que sufre,

el gemido del mártir y el suspiro del enamorado.




Son su alimento y su bebida,

mantiene a los mendigos y a los pobres,

y para el caminante en viaje siempre

su puerta permanece abierta.


Su pena es alegría eterna en ellos;

hacen resonar los techos y los muros

hasta que de la lumbre del hogar

una pequeñuela emerge de pronto.


De fuego sólido ella es,

y pedrerías y oro, en tal manera

que nadie osa tocar su infantil forma

o envolverla en pañales.


Pero ella llega donde el que ama,

joven o viejo o rico o pobre;

muy pronto expulsan al anciano huésped

que se va mendigando por puertas ajenas.


Va llorando errante, muy lejos,

hasta que alguien admita hospedarle,

a menudo ciego por la edad, desesperado,

hasta que puede ganar una doncella.


Y para consolar su edad helada

en sus brazos la toma el pobre hombre.

La cabaña desaparece de su vista

y también el jardín con sus dulces encantos.


Los huéspedes están esparcidos por toda la región,

porque el ojo alterado altera todo.

Los sentidos se enrollan en sí mismos, con miedo,

y la Tierra plana se convierte en una pelota.


Las estrellas, el Sol, la Luna, todo huye.

Un vasto desierto sin límites,

y no queda nada de comer o beber,

y alrededor sólo el desierto oscuro.


La miel de sus labios de niña,

el pan y el vino de su dulce sonrisa,

el juego desordenado de su ojo vagabundo

a una ilusoria infancia le conducen.

EL INFIERNO DE DANTE


Porque a medida que come y bebe se transforma

haciéndose más joven cada día,

y ambos, en el salvaje desierto

van errantes llenos de terror y congoja.


Ella huye como cierva salvaje,

su temor planta muchos matorrales salvajes,

mientras él la persigue de noche y de día,

por artificios de amor conducido.


Por artificios de amor y de odio

hasta que el salvaje desierto entero está plantado

con laberintos de díscolo amor

donde vagan el león, el lobo y el oso,


hasta que él se convierte en un díscolo niño

y ella en una llorosa mujer envejecida.

Van a vagar allí, entonces, muchos enamorados.

El Sol y las estrellas aproximan su curso.


Dulce éxtasis los árboles producen

para todos los que vagan en el desierto,

hasta que más de una ciudad allí es alzada

y más de una agradable cabaña de pastor.


Pero cuando hallan al colérico niño

el terror cunde en la extensa región:

gritan ¡El niño, el niño ha nacido!

y huyen en todas direcciones.


Porque hasta la raíz se seca el brazo

de aquel que osó tocar la colérica forma:

osos, leones, lobos, todos huyen aullando,

y todo árbol arroja sus frutos.


Y nadie puede tocar esa forma colérica

a menos que lo haga una mujer anciana.

Ella al niño tendido clava sobre la Tierra

y todo pasa como ya lo he dicho.

viernes, 6 de febrero de 2009

miércoles, 4 de febrero de 2009



"Una película debe defender y comunicar indirectamente la idea de que vivimos en un mundo brutal, hipócrita e injusto... Debe producir tal impresión en el espectador que este, al salir del cine diga que no vivimos en el mejor de los mundos".

Luis Buñuel

ProPeronismo



En el post del 8 de octubre del año pasado me adelanté a esta fraternal unión.
Aprovecho para decirles que estamos en plenas negociaciones para venderle los derechos del logotipo a los nefastos comodines de Felipe Solá y Mauricio Macri.